BALCONEANDO
Por Alejandro Barañano
Desde hace varios meses se vienen mostrado pruebas documentales donde
queda claro que Narciso Agúndez
Montaño exhibe su plan para de
alguna manera recuperar su cacicazgo, utilizando para ello como marioneta al ex panista Víctor Ernesto
Ibarra Montoya.
Incluso tan maquiavélica ha sido la treta del tristemente célebre ex gobernador, que obligó a muchos a voltear y recordar como en su momento el galeno sinaloense violentó de forma flagrante un sinnúmero de artículos que están inscritos
en el Reglamento de “Aplicaciones de
Sanciones del PAN”, instituto
político donde militaba el nativo de Culiacán por varios años.

Y fue justo ahí cuando huyó
al Partido Verde Ecologista de México y poco tiempo después al Partido del
Trabajo, buscando con ello simplemente
un puesto político en las elecciones de julio del 2018, pero demostró el colmo
de su total desfachatez pues como
legislador federal quedó a deber mucho,
sobre todo a quienes en su momento confiaron en él.
Lo decimos porque resulta que “el
culichi” como diputado federal se
embolsó la bicoca de 4 millones 152 mil 316 pesos y 28 centavos solo por estar
al “servicio de la comunidad”, esto en base a un sueldo que ascendía a
los 148 mil 297 pesos mensuales.
Pero para ganarse ese jugoso estipendio, se supone que Víctor Ernesto Ibarra Montoya debía de asistir a 160 sesiones en la Cámara Baja del Congreso de la Unión, sobre todo porque cada una de ellas le
costaba a los ciudadanos 25 mil 951 pesos y 97 centavos. ¡Qué tal!
Sin embargo y de acuerdo al portal del Sistema de Información Legislativa, el galeno sinaloense radicado en la zona de Los Cabos comenzó su labor
legislativa presentando 147 iniciativas con un solo Proyecto de Decreto, de las
cuales 88 se quedaron pendientes en varias Comisiones; 26 de ellas fueron
aprobadas; 22 más desechadas por improcedencia y otras 11 fueron retiradas por
estar pesimamente mal elaboradas.
Con esto Víctor Ernesto
Ibarra Montoya dejó constancia que tuvo una productividad de tan solo 17.68 por
ciento en cuanto a iniciativas aprobadas. Pero si dividimos las 26 propuestas palomeadas entre los 28 meses que
fungió como legislador federal, se deduce que presentó únicamente 0.9 iniciativas positivas por mes, o sea ni tan siquiera una completa en ese
intervalo.
Ahora bien, si tomamos una calculadora y dividimos su paga de poco más
de dos años entre cada una de las 26 iniciativas aprobadas –supuestamente en bien de la sociedad- se obtendría que cada una de ellas tuvo un
costo de 159 mil 704 pesos con 47 centavos al pueblo; pero resulta que fue tan
pusilánime su desempeño, que lo más “rescatable” resultó cuando el 3 de diciembre del año 2015
sufragó a favor de la iniciativa para que el 25 de octubre de cada año se
celebre el Día Nacional de las
Personas de Talla Pequeña. No más,
no menos.
Por otro lado, quien por cierto posee una clínica médica bien montada en
el puerto turístico de Cabo San Lucas, cobró
nueve sesiones legislativas a las cuales no asistió, razón por lo cual debió de regresar 233 mil 567 pesos con 73 centavos,
y que obviamente se adjudicó sin importarle no haber cumplido con sus
compromisos en el Congreso de la Unión. ¡Quihubole!
Por eso debemos recordar que tipos como Víctor Ernesto Ibarra Montoya
surgen prometiendo el sol y las estrellas, cuando en realidad se manejan “chapulineando” sin darse cuenta que no es por compasión sino por obligación lo que
tienen que hacer en pos de la sociedad.
Tal parece que el “galeno
chapulín” no conoce lo que es el decoro, honor, respeto y dignidad, sinónimos que debió haber sembrado desde
hace mucho tiempo en su limitada formación política y que debía haber traducido
en acciones públicas.
Por eso para el sinaloense radicado
en Baja California Sur e impulsado vorazmente
por Narciso Agúndez Montaño, es claro que no conoce lo que es la
decencia política, pues esta debería ser un referente para renovar sus ideas y
conductas, y no creer como cree que la política depende exclusivamente de la
intuición, berrinches o meras reacciones, dejando por ende a la deriva la
planeación y obligación que exigen los procesos democráticos.
En conclusión, no cabe duda que el tiempo pondrá a cada quien en el
lugar que se merece; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .
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