BALCONEANDO
Por Alejandro Barañano
“Les confieso que
hace un mes y medio en Tijuana, recibí un informe en el sentido de que teníamos
que tomar decisiones con urgencia porque podíamos ser rebasados… y tuvimos
momentos difíciles porque no había la infraestructura para enfrentar esta
pandemia”: Andrés Manuel López
Obrador, y lo dijo el 12 de mayo recién
pasado.
Muchos quizá no
tengan reminiscencia de ello pero así fue como el propio Presidente de México
lo confesó: Sabía desde el mes de marzo que los días por llegar por el Covid-19
serían de alto riesgo, “de urgencia”, esto según el informe médico que llegó
hasta su escritorio en Palacio Nacional, y aun así le valió sorbete la vida y
la salud de miles de mexicanos. Sencillamente no le importó el contagio
masivo por Coronavirus.
¿Por qué lo decimos?
Porque a pesar de que conocía de esa
urgencia pandémica con antelación y que también invocaría que el país no estaba
preparado para enfrentarla al no haber la infraestructura hospitalaria
suficiente, actuó de manera irresponsable. Le valió un cacahuate. Le valimos madre, pues.
¿Qué no? Bueno, aquí los hechos: Marzo 4: “Hay que abrazarse, no pasa nada”. Marzo 18: “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. Marzo 22: “No dejen de salir… sigan llevando a la familia a comer a los
restaurantes y las fondas”. Abril 2:
“Nos vino como anillo al dedo -la pandemia- para afianzar el
propósito de la Cuarta Transformación”. Abril 26: “Se ha podido
domar la epidemia”, y desde esa
declaración han fallecido más de 7 mil mexicanos al día de hoy. Abril 29: “Se aplastó la curva. Se redujo el contagio
ya se volvió horizontal”. ¡Otra
mentira más!
Andrés Manuel López
Obrador supo con mucha anticipación
sobre la ola de contagios que caerían en el país y aun así invitaba a abrazarse,
a salir, a ignorar las recomendaciones médica y científicas que todo mundo y
que en todo el mundo se sabían. En pocas palabras, no le importó.
¿Y por qué no le
importó? Por una razón política, porque si la economía se paralizaba aún más
–recordemos que de diciembre del 2019 a
la primera quincena de mayo pasado se han perdido alrededor de 1.1 millones de
empleos- y que las limosnas que les
está dando como “apoyo” a las empresas y negocios iban a resultar insuficientes
para contener la quiebra masiva y el desempleo, eso lo obligaría a arrebatar
recursos etiquetados para sus obras absurdas como lo son el Aeropuerto de Santa
Lucía, la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, y eso iba en contra de su
propósito central de atender los caprichos de su llamada “Cuarta Transformación”.
Aún más, desde el
pasado 18 de marzo, durante los mismos días en los cuales Andrés Manuel López Obrador recibía el informe de alto riesgo por el Coronavirus,
ya se alertaba acerca de la insensatez del tabasqueño con la pandemia que para
ese entonces ya teníamos encima, tan así que sus palabras fueron: “No debe haber alarma. Se piensa que el Coronavirus
no es tan dañino…Los conservadores quisieran que todos nos contagiáramos. Lo
del Coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar, hay que abrazarse, ¿eh? No
pasa nada… No nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias”. ¿Sí recuerda que así lo expresó?
Luego entonces allí
quedará para la posteridad aquella postal grotesca en la que Andrés Manuel López Obrador durante una gira por Ometepec recibió a
una niña, la cargó, la besó en la mejilla de forma lasciva, mordisqueándola, no
sólo incumpliendo las medidas de precaución sanitaria sino también mostrando
una imagen morbosa y de mal gusto de cómo no se debe comportar -como lo hizo- con una menor de edad.
No hay duda que el
nativo de Macuspana sabía de la emergencia y de la carencia de
infraestructura hospitalaria para enfrentar al Covid-19. Claro que lo sabía; y
ahí está su tasita confesión del pasado 12 de mayo, cuando se le dio a conocer
el informe oficial de su propio Gobierno realizado desde más de 45 días atrás.
Y nada, fue irresponsable e invitó a abrazarse, a salir, a reunirse. “No nos van a hacer nada las pandemias”, evoco claramente que lo dijo y por ende
quedó demostrado que le importamos un carajo; por lo que mejor quien esto
escribe seguirá BALCONEANDO. . .
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