martes, 13 de septiembre de 2016

EL MECHUDO Y LA PERLA MALDITA


Eliseo Santana A.
Corría la segunda mitad del siglo XIX  y estaba en auge en el entonces territorio la pesca de la madre perlas, para tal fin, se formaban armadas que consistían generalmente de una embarcación grande (un barco de medianas dimensiones) donde se transportaban los víveres y el agua para todos los que participaban en la empresa, además se llevaban canoas pequeñas con las que se dispersaban sobre los placeres perleros para extraer el preciado producto, fue tanto el incremento de la explotación perlera que se hizo necesario traer de Sonora buzos para la tarea, la población local era pequeña y no podía abastecer la mano de obra requerida.

Los armadores preferían a los yaquis, porque eran resistentes y excelentes buceadores, así que al paso del tiempo se estableció en el estado sobre todo en la ciudad de La paz, una importante población de ellos.


En un lugar no muy lejano al norte del puerto de La Paz, cerca de la isla San José  existía un gran placer perlero, año con año las diversas armadas acudían al mismo lugar para explotarlo, la temporada de pesca duraba varios meses, pero al terminar esta, en su última zambullida para extraer las conchas de madre perlas, los yaquis acostumbraban ofrecer la perla más grande que sacaran a la virgen, se la dedicaban a ella.

Ese año, no fue la excepción, el Hitebi, curandero del grupo se encargaba de supervisar que se cumpliera al pie de la letra esta tradición de ofrecer la perla.

La temporada tocaba a su fin, el mar ya no era seguro y había llegado el momento de despedirse de aquel lugar,  esa mañana el Hitebi convoco a todos a la orilla del mar, les pidió que se esforzaran y que encontraran una hermosa y grande perla para ofrecérsela a la virgen santísima, ordenó a todos arrodillarse y rezaron un padre nuestro en su lengua natal, después abordaron sus canoas y se dirigieron a diversos puntos a trabajar…

Esté, era el último día de pesca, el sol caía y todas las canoas habían regresado con su preciosa carga, de entre las muchas madres perlas capturadas, ya había sido encontrada la  mejor perla, la elegida,  la que sería ofrecida, era mejor que la del año anterior, su brillo, la claridad, y el oriente la superaban, además de su tamaño reunía los requisitos necesarios, todos estaban contentos y reían, la virgen los había protegido en ese período y regresarían con bien a su hogar;  Todos, menos uno, Baawe el hijo de Hitebi no estaba alegre, él también había sacado una hermosa perla pero no se igualaba con la elegida, además el había tenido el honor en el año anterior de encontrar la perla que se ofreció ese año, la envidia lo corroía, sus puños se crisparon y se dibujó una siniestra sonrisa en su rostro, corrió hacia su embarcación para echarla al mar, la empujo con fuerza hasta que esta empezó a flotar, en ese momento todos se dieron cuenta de la acción, su padre Hitebi, grito ¿Qué haces hijo, a dónde vas?, Baawe le contesto que iría a sacar otra perla que superaría a la ganadora, “hijo, ya no es necesario” le indico su padre “ya tenemos la perla de la virgen”,  Baawe lanzo una mirada de desprecio a todos y les contesto “NO VOY POR LA PERLA DE LA VIRGEN, ES PARA EL DIABLO”, remo mar adentro y se lanzó al océano en busca de una mejor.

En ese momento, grandes nubarrones surgieron de la nada sobre el campamento, un viento frio hizo a todos estremecerse, un imponente trueno estremeció a los presentes, SATÁN está aquí, grito el Hitebi empezó a rezar y pidió a los otros que lo acompañaran, con la cabeza en la arena y los ojos cerrados el asustado grupo rezaba con fervor, y de repente, así como todo había empezado el cielo se despejo, el mar volvió a la calma y el viento frio ceso, todos se miraban entre si temerosos y aun temblando de miedo.

Ese día y el siguiente buscaron a Baawe, nunca lo encontraron, entonces empezaron a decir que el diablo se lo había llevado.

Ahí no termina la historia, mas bien empieza, el siguiente año, como era costumbre las diversas armadas arribaron al lugar para extraer perlas, todo parecía ser “normal”, como siempre los buzos se lanzaron al mar a realizar su tarea.

Juan, un buzo de La Paz realizaba su trabajo rutinariamente, su cesta estaba casi llena y quiso sacar un poco más, nado hacia unas rocas negras y de pronto de entre las algas marinas se le apareció Baawe el pelo le había crecido y se movía al compás de las corrientes y ofrecía a Juan una enorme perla roja que brillaba en la profundidad, la descarnada cara de Baawe, parecía sonreírle, Juan en un ataque de terror casi se ahoga, como pudo salió y nado hasta su canoa y se alejó de ahí hacia su campamento, desencajado y temblando llego y conto a todos lo que había visto, la mayoría se rio de él, “estas borracho” le decían algunos, Juan dijo que el ya no trabajaría ahí y que en la primera oportunidad se regresaría a puerto.

Al siguiente día las labores continuaron como de costumbre pero… hubo una desgracia, un buzo se ahogó, y aunque estaba trabajando en pareja con su hermano, este no pudo hacer nada por él, y fue su hermano quien conto lo que sucedió, describió exactamente lo que Juan había relatado el día anterior, se les apareció  un “Mechudo” su largo pelo negro se movía al compás del mar y les ofreció una enorme perla roja, el jalo a su hermano y le indico que salieran a la superficie, pero este no reacciono, como hipnotizado fue a tomar la joya maldita, en cuanto la toco, el largo pelo del mechudo se enredó a su cuerpo, jalándolo a las obscuras profundidades del océano.

Por supuesto que después de eso, todos se retiraron del lugar y nunca más regresaron a ese sitio.


Todos los pescadores hoy en día conocen la leyenda y cuando pasan por el lugar, toman sus precauciones, no hace mucho un pescador me conto que pescando con piola desde su panga en ese lugar (no buceando) de repente sintió como su embarcación se sacudió violentamente, el cabo del ancla estaba tenso y la proa a punto de hundirse, tomo su cuchillo y corto el cabo, de inmediato se estabilizo, se asomó a ver, que había sucedido, y ahí, a través de las claras aguas, en el fondo, lo vio, era el mechudo que le extendía su mano ofreciéndole una “maravillosa” perla roja, me jura que es verdad, y le creo, muchas personas además de el cuentan historias parecidas, la verdad que por esos rumbos, yo no voy a pescar, no es miedo, es… precaución, además, ni me gustan las perlas rojas a mí.

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