Eliseo Santana A.
En 1950 Antonio Ruffo lll envió de La Paz BCS a Don Mauricio Niño de Rivera Taylor a Guaymas Sonora, ¿su misión? recibir y trasladar hasta este puerto una lancha Bayliner deportiva de última generación que llegaría por ferrocarril a ese puerto, nuevecita, de paquete, oliendo a nuevo, llegó en un vagón abierto (Plataforma) hasta los muelles guaymenses, donde fue botada en el Golfo de California, una vez revisada y avituallada, Don Mauricio navegó rumbo a La Paz en ella.
La lancha desde que llegó, causó admiración entre los
paceños, me comenta “El güero agrícola” quien me relató la historia y además
forma parte de ella. A la lancha le pusieron nombre oficial, pero que no se
acuerda cual fue, lo que, si no se le olvida es que la gente le llamaba “EL
DIABLO”, “No había otra lancha que se le pusiera enfrente” en ese momento, era
la más potente y rápida del puerto.
EN EL MUELLE
Agustín, en ese tiempo tendría unos cinco años, pero a pesar
de ser tan pequeño acompañaba a su papá Don Mauricio Niño de Rivera en algunas
ocasiones, solo recuerda que fue el día del Sagrado Corazón de Jesús, como no
recordó la fecha exacta pedí a mi “asistente” Siri investigara que fecha fue
ese día de1950 y me informó que fue lunes 19 de junio. El caso es que Antonio Ruffo lll decidió salir con su
lancha a dar un paseo (“Andaba lurio, comenta el Güero), al regresar a puerto
en el muelle fiscal, su papá hacia una revisión general a la embarcación,
mientras Antonio suministraba a la lancha
combustible para dejarla lista para salir otro día, Ruffo vertió
gasolina en un tanque estacionario para rellenarlo, el tanque estaba en la popa
de la lancha, en un descuido se le derramaron unos litros , uno o dos, no
fueron muchos a lo que no dio mucha importancia, la gasolina con el movimiento
de la lancha se fue a la sentina abajo del motór donde seguramente gasificaron.
Comenta Agustín, “mi papá me dio su herramienta, un
desarmador y una creciente que traía para que la guardara en el camarote que
había en la proa, en los escalones había un cajón donde se guardaba, apenas
empezaba a bajar cuando encendió la lancha, al momento explotó y se incendió,
la explosión me lanzó al interior del camarote, la verdad no sé exactamente
cuánto tiempo estuve medio noqueado, no fue mucho, cuando reaccioné solo podía
ver humo y llamas muy altas… de repente, de entre el fuego, mi papá, que fue
por mí, su ropa ardía venia ya muy quemado, como pudo, rompió una pequeña
ventana de la lancha y por ahí me sacó, el intentó salir por ahí también pero
no cabía, lo único que logró fue cortarse la espalda y la panza con los vidrios
que habían quedados pegados en las orillas de la ventana… ninguna persona se
atrevía acercarse para ayudarnos, hasta que un pescador del esterito se acercó
a ayudarnos , nos subió a su lancha y nos llevó a la orilla, ahí nos subieron a
un Ford 46 que era taxi creo y nos llevó al hospital Salvatierra, mi papá
estaba quemado de la mayor parte del cuerpo, estuvimos en el hospital como tres
meses, pero el tardó en recuperarse como un año, recuerdo que le embarraban en
todo el cuerpo con una crema amarilla que se llamaba picrato de butesin, lo
último en aliviarse fueron las piernas y los pies, el doctor, que era su amigo…
Carrillo se apellidaba, le cambió el tratamiento, los nuevos medicamentos
comentaba, le resultaron muy dolorosos y no permitió se los pusieran, maltrató
a enfermeros y quienes querían ponérselo, total llamaron al doctor para que lo
convenciera, pero no aceptó, el galeno enojado le dijo “Bueno, que te curen
como te de tu chingada gana cabron” y se retiró, Don Mauricio siguió con el
picrato y se alivió, comenta el güero, que las únicas marcas que le quedaron de
las quemaduras, fueron de los calcetines pá abajo, y se ríe.
ESPIANDO AL DIABLO
Yo tendría siete u ocho años y a veces, cuando pasaba por la
Perla de La Paz en los almacenes, donde ahora se entra al estacionamiento, me
asomaba a ver los restos del Diablo, habían guardado lo que quedó de la lancha,
de la línea de flotación para abajo y el motór, estuvieron mucho tiempo ahí. Mi
papá siguió trabajando de marino, se contrataba para llevar yates a Estados
Unidos.
Platicamos casi dos horas Agustín “El güero agrícola” y yo,
así que esta anécdota es una parte de este encuentro, además nos falta aún,
platicar de los viejos barcos y marinos, de troques y troqueros, así que me
esperan mas horas tomando café.
Fotos:
Las fotografía, ninguna es de la lancha El Diablo, más si son
del muelle de la paz más o menos de la misma época del relato.
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