Eliseo Santana A.
Debió ser a finales de los sesenta e inicio de los setenta que empecé a ir con mi
abuelo a acampar al paraje de Banderitas, allá por el rumbo de Puerto San
Carlos BCS.
Ese lugar le gustaba t
anto a mi abuelo, que mando despejar
una parte del monte y en la playa, construyo una cabaña a la orilla del mar, un
pequeño cuarto de madera forrado de hojas de masonite con piso de cemento que
tenía un corredor donde instalaban desde la llegada una mesa de lámina de la
cervecería Superior, esas de fondo blanco con rombos con tres X en las esquinas
y al centro el logo de la cervecería que yo siempre leía LUPERIOR, la S,
parecía L.
Preparar la salida era “espectacular”, mi abuelo vivía en La
Paz, y avisaba a mi papá que vivía en El Valle que quería ir a pescar, esto lo
hacía a través de alguno de los choferes que viajaban a diario de La Paz a
Constitución, según recuerdo no había teléfono todavía en ese tiempo, aunque,
no estoy seguro, bueno, el caso que de inmediato se iniciaban los preparativos
para la llegada del abuelo, lo primero ir a checar las condiciones de la
cabaña, porque no faltaba algún vándalo que le hiciera daño y había que
repararla antes de su llegada, además de localizar al Tato y al Bateque que
servían de guías y acompañantes del viejo en sus largas incursiones de pesca, a
veces pasaba semanas acampado en ese paraje, y como no quedarse, en ese tiempo
podías pescar enormes cabrillas, meros, mojarras, pargos, mojarras, etc. por
doquier había caguamas, avistabas todo los días ballenas, delfines, enormes
mantarrayas y que emocionante cuando de tus manos un tiburón te arrancaba la
piola o cuando a punto estabas de subir un pargo y de un tarascón un “Martillo”
dejaba solo la cabeza del pescado, en los manglares podías encontrar “Patas de
mula” al por mayor, enormes, y cuando había bajamar, salíamos con un costal a
recoger caracol chino, caracol burro, y almejas, predominaban las “Chocolatas”
grandísimas, no como los “llaveritos” que venden hoy, y también había almeja
Pismo, esa de concha blanca y más grande que la Chocolata, estaba enterrada más
hondo, era más difícil de sacar y su concha era más quebradiza.
Bueno, con las almejas surge el relato de un pescador que
vivía cerca del paraje de mi abuelo en Banderitas, el pescador en cuestión era
Don Reyes, que por cierto era muy, pero muy mal hablado, el 50% de lo que decía
eran groserías jejeje, pero las decía sin mala intención, su lenguaje era muy
florido, antes del relato quiero comentar que a ese mismo paraje y a esa zona
llegaban a acampar familias enteras del Valle, sobre todo en vacaciones y fines
de semana largos, recuerdo con afecto y cariño a las familias de Rubén García
Verdugo con todo el chamaquero, Rafael
Geraldo Romero, Óscar González, José Real Bareño, Raúl Real (le gustaba tomar
tequila y tenía un pik up Datsum muy raro en esa época de vehículos grandes),
Ernesto Davis, David Segura, Pepe Ávila, Raúl Santana Agruel, Ramón y Mauricio
García Verdugo, El Maíz Reí Chuy, El Tato Riveron, el Chispa, El Maistro Gume,
Pancho Estrada, el Bello Laga entre otros, me disculpo por no recordar mas
nombres, de chamaco no pones la atención suficiente, bueno, continuando con Don
Reyes siempre tenía amarradas bajo un mangle, varias caguamas para cuando
llegaran los visitantes, que solo tenían que llevar los ingredientes para prepararla,
latas de ejotes, chicharos, Chile jalapeño, puré de tomates, ajos, pimienta,
cebolla, laurel, orégano, algunos le agregaban vino tinto, otros cerveza, me
estoy saliendo del tema, recuerdo en una ocasión, mientras todos participaban
en la preparación de un quelonio en el campamento, Don Reyes empezó a platicar
historias sobre los Coyotes del lugar, ya El Tato y yo habíamos acarreado leña
suficiente, mi abuelo picaba la cebolla, el Bateque freía ajos en el aceite,
otro deshuesaba la caguama ya cocida… Era media noche dijo Reyes, la luna
estaba llena y el “jefe” de los coyotes empezó a aullar, al mismo tiempo, todos
los demás coyotes lo imitaron, los que estaban cerca de él y los que estaban
lejos, por todos lados se escuchaba, dicen que le aúllan a la luna llena,
porque creen que es de queso y su lastimero grito es porque tienen hambre, y no
pueden alcanzarla.
Continuando decía, en un llano que hay frente a mi cabaña, ahí se reúnen los coyotes
cuando hay luna llena, el líder coyote llega primero se sienta, mira la brillante luna y empieza a aullar, del monte entre los cardones, choyas
y pitayos surgían los demás animales y formaban un gran circulo a su alrededor,
todos sentados, viendo fijamente a nuestro satélite, después de un rato, se
levantaban se acomodaban uno detrás del otro y con el hocico tomaban la cola de
sus compañeros y caminaban lentamente alrededor de su líder por un tiempo,
después, se sueltan y cada uno tomaba un rumbo diferente, eso platicaba Don
Reyes, cada quien sabrá si cree o no y…
¿saben qué? tenía más historias de los coyotes, también decía que sobre todo en
verano, se hacía insoportable para los canidos montaraces la plaga de pulgas, y
aun cuando se rascaran con sus patas igual que los perros domésticos, se
revolcaran en la tierra, o restregaran sus lomos contra un Mesquite, no
lograban quitarse a esos parásitos, así que solucionaban el problema
sumergiéndose en el mar, primero, buscaban una rama seca, un palito, y con este
en el hocico se sumergían en las aguas del pacifico, describía que poco a poco
se iban metiendo a lo más hondo, las pulgas empezaban a subir por su cuerpo
hasta llegar a la cabeza, y cuando ya casi no tenían lugar, se subían a la
rama, en su momento el coyote la soltaba, ahí las dejaba, a la deriva, salía se
sacudía el agua y se marchaba en busca de alguna liebre o conejo cola blanca,
yo escuchaba con atención al señor Reyes imaginándome la maniobra coyetuna,
mientras, se preparaba la sopa de caguama y empezaba a hervir, sus olores
invadían el campamento, Don reyes sacaba de entre su ropa una botella de tequila y le daba un gran
trago que le gorgoreaba glub, glub, glub, nomás le lloraban los ojitos por el
esfuerzo, pareció inspirarse de nuevo y
empezó con otro relato, esta vez
el de los Coyotes Almejeros, todos los
presentes pusimos atención…
Cualquiera sabe que cuando
llueve poco en nuestra tierra la vida de los animales de nuestro
desierto se pone difícil, más de lo que “normalmente” es, hay poco que comer
para todos, y los coyotes, no son la excepción, es cuando estos inteligentes
animales tienen que recurrir al último recurso “recolectar” almejas, y digo
último, porque para los coyotes es muy peligroso.
Los que conocen la zona saben los grandes bajamares que se
“forman” en esos lugares, cientos de metros quedan “secos”, las aguas se
retiran y solo queda la arena, los que sabemos los trucos, localizamos
rápidamente las almejas enterradas, unas
“cuarteaduras” en la arena las delatan, después solo es cuestión de escarbar y
sacarlas, a veces, te encuentras algunas casi a flor de arena semi abiertas de
sus valvas, bueno, pues esa son las que buscan los coyotes, cuando las ven,
llegan de manera sigilosa para que la almeja no se cierre, y cuentan, que meten
cuidadosamente la punta de su cola a esta, y cuando el molusco siente la
presencia extraña se cierra, es cuando el coyote la jala extrayéndola de la
arena y se la lleva colgando de su cola hacia la orilla donde busca una piedra
donde la azota contra esta extrayendo su
contenido el cual se come, todo parece muy fácil, pero esta maniobra también
tiene sus riesgos, contaba Don Reyes que a él lo toco varias veces encontrar
coyotes ahogados, porque después de meter la cola en la almeja, no podían sacar
esta de la arena y cuando la marea subía, estos sucumbían ahogados, decia que
era muy lastimosos escucharlos aullar cuando estaban atrapados, esperando la
muerte mientras la marea subía… bueno, estas son solo algunas pocas historias
de las muchas que escuche en los campamentos de pesca, quedan pendientes las
“historias” de tesoros, piratas, monstruos y espantos, las dejare para más
adelante.
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