Por Víctor M.
Villavicencio
Ante los ojos de sus
habitantes el pueblo empezó a desaparecer, las torres de la iglesia se fueron
encogiendo, las calles perdieron su dimensión y las casas redujeron su tamaño y
su importancia. Las autoridades del lugar
contrataron a una comisión de científicos expertos, que con la cautela del caso
tomó medidas, realizó estudios, investigó en forma minuciosa.
Aquello parecía irremediable el lugar se esfumaba. Los habitantes como siempre, culparon al
cacique, a los gringos, a los comunistas y a los fayuqueros, pero nadie daba fe
cabal de las causas ni podía fundamentar sus acusaciones.
La comisión de investigadores dictaminó que no se
encontraron indicios, ni había antecedentes de un caso similar y que
"quizá todo se debía a un conjunto de problemas qua al amalgamarse dieron
origen a esa situación alarmante; entre otras cosas señalaron que tal vez parte
del asunto radicaba en que los moradores se habían bebido el futuro de un sorbo
y los científicos se marcharon atropelladamente, antes de perderse también.
Entonces los jefes políticos, con esa sabiduría que da el
poder, decretaron que en torno al caserío se levantara una cerca para evitar
que el fenómeno terminara por borrar todo y a todos del mapa. Se dispuso que nadie podía entrar o
salir. Bajo ningún pretexto.
La solución fue acertada pues al paso del tiempo todo
recobró su sitio y su tamaño, sin embargo, empezaron a llegar noticias del
exterior en las que se hablaba de comunidades enteras sepultadas por la guerra
y de otras que habían aparecido en la geografía mundial y ante la intriga de
algunos moradores inquietos las autoridades decían que aquellos puntos nuevos
sobre el mapa no era ciudades recientes, sino defecciones de moscas.
Años después de comenzado el encierro un grupo de jóvenes
incitados por los informes de fuera y por una curiosidad ilimitada, decidieron
conocer el mundo.
Así, se armaron de alicates, rompieron la cerca y salieron a
conocer lo que había más allá de la barrera y con ojos de canario recién
liberado anduvieron los caminos y las ciudades y determinaron los límites del
pensamiento impuesto por sus mayores.
Con asombro encontraron que la perspectiva del Universo era igual afuera
que dentro de la cortina y entusiasmados regresaron a contar sus
experiencias.
NOTA: Éste relato tiene tres finales:
Uno feliz, uno trágico y uno diferente.
PRIMER FINAL: Cuando los jóvenes volvieron comunicaron su
hallazgo a los vecinos y cerraron la cerca para siempre.
SEGUNDO FINAL: Cuando volvieron encontraron que toda la
gente tenía la cabeza llena de telarañas y los ojos cubiertos de musgo. Por las calles circulaban forasteros que
saqueaban tiendas, casas, edificios y todo.
Entonces decidieron volver a cerrar la cerca, pero ya era tarde, el
mundo se había metido al pueblo y lo destrozó y llenaba calles y parques de
puestos de vendimias, de vendedores de la buena suerte, de pordioseros y de
todo lo demás.
TERCER FINAL: Este espacio quedará en blanco para que cada uno
de ustedes escriba un final diferente...
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