lunes, 28 de septiembre de 2020

BALCONEANDO - ¡HEDIONDEZ!

 



Por Alejandro Barañano

 

Parece mentira que cada vez que se da un rompimiento o se presenta un conflicto al interior del Congreso del Estado salen a relucir los truculentos malos manejos, o sea que se destapan las cloacas más hediondas, pero de ahí, no pasa nada.

Un ejemplo de esto señalado es la figura del diputado Ramiro Ruiz Flores, quien lleva la batuta de la filarmónica en que está convertida la XV Legislatura Sudcaliforniana; el que siempre sale rasguñado ante la opinión pública pero hasta ahí nada más, esto y a pesar de que se han revelado y filtrado fuertes “tarascones” en perjuicio de las finanzas del Poder Legislativo en medio de pleitos arreglados, y sin que al final –como ya lo dijimos- pase nada al respecto.

Tal parece que se está viviendo la triste y mezquina historia de siempre, donde un grupo de diputados desorientados solo le sirven de comparsa a Ramiro Ruiz Flores, y en algunos ocasiones hasta han resultado ser sus aliados y eventualmente en otras, sus adversarios.

Y me refiero a las mostrencas huestes morenistas que se han movido sin saber a ciencia cierta para donde y porque; los mismos que hace aproximadamente un año fueron humillados al grado de que los botaron del control del Congreso del Estado y los destituyeron de varias comisiones legislativas.

Pero de esto hay un orquestador, un causante y un ejecutador, y resulta que es que el mismísimo Ramiro Ruiz Flores, ese que le movió la “varita mágica” en favor de sus pánfilos compañeros Héctor Manuel Ortega Pillado, Carlos José Van Wormer Ruiz y Sandra Moreno Vázquez, y aprovechándose a la vez de sus homólogos del PAN, PRI y Partido Humanista para así poder quedarse con el gobierno y la administración del Congreso del Estado de un solo plumazo; esto, obvio, mientras la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional se quedaría como los monarcas ingleses, esos que mantuvieron un reino pero no gobernanza. No más, no menos.

Después, y muy a su estilo de ser, Ramiro Ruiz Flores Ruiz les “retiró su apoyo” beneficiando sin ton ni son a la que llamó fracción mixta “Juntos Haremos Historia”, y dejando a todos los demás sin la jícara y sin la miel. ¿Por qué? Bueno porque les hizo “fuchi” a todos los legisladores que había utilizado para echar fuera a Milena Quiroga Romero de la Junta de Gobierno y Coordinación Política, y frenando también el eventual arribo del oaxaqueño Esteban Ojeda Ramírez al máximo órgano de gobierno del Congreso del Estado. ¡Qué tal!

Por eso hoy en día muchos coinciden en que Ramiro Ruiz Florea es un personaje siniestro que se dio el lujo de romper a la endeble mayoría morenista en tal solo medio año de que inicio la actual Legislatura. El mismo que repartió posiciones a su antojo, que palomeó presidencias de comisiones y que definió la forma de cómo quedarían las alineaciones –fracciones parlamentarias y fracciones parlamentarias sin partido– al interior del Congreso del Estado.

Y obvio que lo hizo solo para negociar a su favor, muy a su estilo de ser, convirtiéndose con ello en el principal responsable del enorme desprestigio con que se envuelve hoy en día el Congreso del Estado.

Pero al modo, ya con el paso del tiempo y purificado por las pánfilas huestes morenistas, ahora jura y perjura que tiene los arreos necesarios para llegar a ser candidato a la alcaldía de La Paz, mientras que su peculiar lugarteniente Héctor Manuel Ortega Pillado lo premió con la Comisión de Cuenta y Administración –claro que de puro membrete- y a su otro correligionario de argucias y artimañas Carlos José Van Wormer Ruiz, anda ahora con una patita en el aire como queriendo volar rumbo al sur de la península. ¡Habrase visto tanta desfachatez!

Por eso hoy dimos inicio a este espacio señalando que cada vez que se da un rompimiento o se forma un escándalo en el interior del Congreso del Estado, salen a relucir todos los malos manejos, o sea y en otras palabras, se destapan las cloacas más hediondas, pero de ahí, no pasa nada a mayores; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .

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