BALCONEANDO
Por Alejandro Barañano
Hay quienes ya comienzan a vislumbrar el fin del confinamiento un poco
más cerca, y por ello en muchos nacen varias interrogantes: ¿Y después qué? ¿Cómo será entonces nuestro
día a día? ¿Cómo y en qué cambiaremos?
Y es que no hay que ser muy nigromantes o
agoreros para saber que habrá “un
antes y un después” después de este
confinamiento en que estamos, y que la vuelta a la “normalidad” tan anhelada no
será un regreso a la cotidianidad previa.
Seguramente –y consciente
estoy de ello- se pueden comenzar a identificar hoy en día al
menos ciertas tendencias que marcarán la nueva realidad después Covid-19.
Primera, el temor al contagio propio o de familiares no desaparecerá por arte de
magia, lo que significa que la gente se cuidará más a sí misma y también a
los demás, recurriendo por ende a la
medicina preventiva y a los servicios de cuidado, actividad física y bienestar.
Ese miedo al contagio también determinará las experiencias con los
demás, en especial en lo relativo al consumo y el ocio, pero también a la hora
de trabajar. O sea que se seguirá evitando el contacto físico y las
aglomeraciones, y con ello los espacios concurridos y los cerrados, lo que
condicionará la forma de divertirse pero también la movilidad, sobre todo en lo que se refiere al uso del
transporte público o los viajes innecesarios, por lo que ese instinto de
protección y la repercusión económica de la crisis sanitaria marcarán la vida
después del Covid-19.
Con la presencia de este “bicho
raro” hemos visto que nuestro
bienestar y nuestras condiciones de vida son realmente muy frágiles, por lo
que supongo que la gente intentará ahorrar más pues la recesión actual provocará
que muchos ganen menos.
Otro punto que la crisis por el Covid-19 nos ha evidenciado es la
importancia de los transportistas, empleados de supermercados, personal de
limpieza y cuidadores que se han convertido junto con los médicos y enfermeras
en los nuevos héroes, dejando atrás a los políticos, politiqueros y supuestos
líderes sociales nacidos gracias al oportunismo.
Otro detalle que seguro se quedará serán las videollamadas y las
reuniones vía plataformas, pues el ocio y el consumo digital hicieron su “agosto” con el confinamiento y, definitivamente se quedarán, obligando así
a los negocios comerciales, la administración y a los gobiernos acelerar la era
de la digitalización.
Con todo esto el auge de la vida digital hará que demos más valor a los
actos sociales, ya sean reuniones de trabajo, encuentros sociales o trámites
presenciales, y a los que solo dedicaremos tiempo cuando merezcan la pena o
sean realmente imprescindibles. Tiempo al tiempo sino; pues eso significará
que tendremos menos oportunidades de juntarnos y menos costumbre de hacerlo, de
modo que quizá acabemos buscando la
conexión social como terapia.
Durante el confinamiento o cuarentena en la que aún estamos inmersos se
han multiplicado las iniciativas colaborativas y solidarias, por lo que los “futuristas” auguran que ello será una tendencia que se mantendrá después del
Covid-19.
Otra cosa que quizá nos pueda dejar como bueno esta crisis es la
importancia de verificar la información que nos llega, pues nos volveremos
más desconfiados y buscaremos y exigiremos credibilidad y transparencia, aumentando el rechazo hacia las estrategias
frívolas, populistas y la mentira. En pocas palabras, la nueva era después
Covid-19 necesitará de nuevos referentes creíbles.
Además las restricciones impuestas por los gobiernos a las libertades
personales y empresariales durante la pandemia también dejarán secuelas en la
confianza de las personas, pues dicen los que saben que viviremos en una
sociedad mucho más sensible a su libertad y más conservadora en sus decisiones,
y donde la libertad y la privacidad ya no estarán aseguradas ni siquiera en la
democracia; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .
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