Emilio Arce Castro
La otra vez, hace un chingo, venía el Moncho, el hermano del
Quequi, muy tempranito del hermano ex-pueblo mágico de Toojantos, cuando en
Todosantos (donde no se admiten dentistas), gobernaba "El Poca
Lucha".
No pués ahí venía el pinchi Moncho en chinga, porque a las
purititas seis entraba a peserear en la ruta Guelatao - La Vaquilla -
Guacholandia - Centro - 16 de Cectiembre.
Venía con aviada porque se había
desvelado pistiando anca el "Lomo e' cochi", y no quería ser el
primero en irse porque lo iban a hacer tiritas si era el primero que se iba de
con la palomilla, porque neta, allí en chimuelolandia si no eres carrilludo
desde chiquito (ay boñito) y bueno pa' poner sobrenombres, luego luego te capan
sin derecho a fianza. Sí venía recio pues, a esa hora cero de la mañana que la
luz no es agua ni pescado, cuando a la altura del semáforo de la Ocho, por ahí
donde recargan de agua a las pipas, no va viendo el pinchi Moncho una pinchi
polvadera en un sólo lugarcito, un chingazo de luces en un aparato como ovni cuadrado,
con un putero como de escobas dando vueltas en lugar de las llantas y un pinchi
extraterrestre con sombrero de palma, un paliacate rojo como mascarilla
tapándole la boca, uniformado de caqui, como polecilla del Triunfo. El Moncho,
con los ojos pelones, como que se quiso pegar una cagada, y es que no sabía que
era el Maistro Sandoval, de Servicios Públicos, estrenando una máquina
barredora, totalmente desconocida por el Moncho, quien medio sobrepuesto del
susto, ya casi pasaba frente a la máquina, y pa' no irse liso nomás agarró
aigre y le gritó al alien de caki: ¡Mé, verás en lo que va!
Puchi, qué simple, ¿no?
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