viernes, 2 de agosto de 2019

LOS COYOTES ALMEJEROS



Eliseo Santana A.

Debió ser a finales de los sesentas e inicio de los setentas que empecé a ir con mi abuelo a acampar al paraje de Banderitas, allá por el rumbo de Puerto San Carlos BCS.


La primera vez que fui llegamos temprano por la mañana, estaba soplando un viento fuerte, la arena nos golpeaba la cara y teníamos que taparnos la boca para no tragarla, se podía escuchar cuando impactaba en la lámina de nuestro vehículo, aun así, salte de la caja del vehiculo y  empecé con curiosidad a explorar los alrededores,  no lejos había unos tupidos manglares además  del monte característico del lugar  donde predominaban “Las chirinolas” cactus rastrero que crece por estos lugares al por mayor, y por supuesto me llevaron a ver la “única piedra” que existía en varios kilómetros a la redonda, que por cierto era muy útil para infinidad de tareas, pero, lo que más llamó mi atención fue un sonido extraño, un ulular apagado seco y bajo en volumen que no podía explicar ni encontrar su origen, vi a los demás y nadie parecía percibirlo, me puse a ayudar a bajar las cosas del atiborrado Pik Up de mi Tata, la comida, los tendidos, el equipo de pesca, cabos, anclas, grampines, el motor fuera de borda marca Johnson de 25 hp, etc. etc. y yo seguía escuchando aquel ruido, hasta que me atreví a preguntar si escuchaban lo mismo que yo, todos se rieron, luego me explicaron que el sonido era producido por las botellas vacías de cerveza que estaban tiradas alrededor de la cabaña (cientos) que con el fuerte viento al pasar por la boca de la botella, “silbaban”, tuve que verificarlo yo mismo, era verdad; Cerca de medio día, como si alguien apagara un abanico, ceso el fuerte viento, todo quedo en calma, por la tarde, casi al obscurecer una gruesa neblina lo cubrió todo.

Ese lugar le gustaba tanto a mi abuelo, que mando despejar una parte del monte y en la playa, construyo una cabaña a la orilla del mar, un pequeño cuarto de madera forrado de hojas de masonite con piso de cemento que tenía un corredor donde instalaban desde la llegada una mesa de lámina de la cervecería Superior, esas de fondo blanco con rombos con tres X en las esquinas y al centro el logo de la cervecería que yo siempre leía LUPERIOR, la S, parecía L.


Preparar la salida era “espectacular”, mi abuelo vivía en La Paz, y avisaba a mi papá que vivía en El Valle que quería ir a pescar, esto lo hacía a través de alguno de los choferes que viajaban a diario de La Paz a Constitución, según recuerdo no había teléfono todavía en ese tiempo, aunque, no estoy seguro, bueno, el caso que de inmediato se iniciaban los preparativos para la llegada del abuelo, lo primero ir a checar las condiciones de la cabaña, porque no faltaba algún vándalo que le hiciera daño y había que repararla antes de su llegada, además de localizar al Tato y al Bateque que servían de guías y acompañantes del viejo en sus largas incursiones de pesca, a veces pasaba semanas acampado en ese paraje, y como no quedarse, en ese tiempo podías pescar enormes cabrillas, meros, mojarras, pargos, mojarras, etc. por doquier había caguamas, avistabas todo los días ballenas, delfines, enormes mantarrayas y que emocionante cuando de tus manos un tiburón te arrancaba la piola o cuando a punto estabas de subir un pargo y de un tarascón un “Martillo” dejaba solo la cabeza del pescado, en los manglares podías encontrar “Patas de mula” al por mayor, enormes, y cuando había bajamar, salíamos con un costal a recoger caracol chino, caracol burro, y almejas, predominaban las “Chocolatas” grandísimas, no como los “llaveritos” que venden hoy, y también había almeja Pismo, esa de concha blanca y más grande que la Chocolata, estaba enterrada más hondo, era más difícil de sacar y su concha era más quebradiza.

Bueno, con las almejas surge el relato de un pescador que vivía cerca del paraje de mi abuelo en Banderitas, el pescador en cuestión era Don Reyes, que por cierto era muy, pero muy mal hablado, el 50% de lo que decía eran groserías jejeje, pero las decía sin mala intención, su lenguaje era muy florido, antes del relato quiero comentar que a ese mismo paraje y a esa zona llegaban a acampar familias enteras del Valle, sobre todo en vacaciones y fines de semana largos, recuerdo con afecto y cariño a las familias de Rubén García Verdugo con todo el chamaquero,  Rafael Geraldo Romero, Óscar González, José Real Bareño, Raúl Real (le gustaba tomar tequila y tenía un pik up Datsum muy raro en esa época de vehículos grandes), Ernesto Davis, David Segura, Pepe Ávila, Raúl Santana Agruel, Ramón y Mauricio García Verdugo, El Maíz Reí Chuy, El Tato Riveron, el Chispa, El Maistro Gume, Pancho Estrada, el Bello Laga entre otros, me disculpo por no recordar mas nombres, de chamaco no pones la atención suficiente, bueno, continuando con Don Reyes siempre tenía amarradas bajo un mangle, varias caguamas para cuando llegaran los visitantes, que solo tenían que llevar los ingredientes para prepararla, latas de ejotes, chicharos, Chile jalapeño, puré de tomates, ajos, pimienta, cebolla, laurel, orégano, algunos le agregaban vino tinto, otros cerveza, me estoy saliendo del tema, recuerdo en una ocasión, mientras todos participaban en la preparación de un quelonio en el campamento, Don Reyes empezó a platicar historias sobre los Coyotes del lugar, ya El Tato y yo habíamos acarreado leña suficiente, mi abuelo picaba la cebolla, el Bateque freía ajos en el aceite, otro deshuesaba la caguama ya cocida… Era media noche dijo Reyes, la luna estaba llena y el “jefe” de los coyotes empezó a aullar, al mismo tiempo, todos los demás coyotes lo imitaron, los que estaban cerca de él y los que estaban lejos, por todos lados se escuchaba, dicen que le aúllan a la luna llena, porque creen que es de queso y su lastimero grito es porque tienen hambre, y no pueden alcanzarla.

Continuando decía, en un llano que hay  frente a mi cabaña, ahí se reúnen los coyotes cuando hay luna llena, el líder coyote llega primero  se sienta, mira  la brillante luna y empieza a  aullar, del monte entre los cardones, choyas y pitayos surgían los demás animales y formaban un gran circulo a su alrededor, todos sentados, viendo fijamente a nuestro satélite, después de un rato, se levantaban se acomodaban uno detrás del otro y con el hocico tomaban la cola de sus compañeros y caminaban lentamente alrededor de su líder por un tiempo, después, se sueltan y cada uno tomaba un rumbo diferente, eso platicaba Don Reyes, cada quien sabrá si cree o no  y… ¿saben qué? tenía más historias de los coyotes, también decía que sobre todo en verano, se hacía insoportable para los canidos montaraces la plaga de pulgas, y aun cuando se rascaran con sus patas igual que los perros domésticos, se revolcaran en la tierra, o restregaran sus lomos contra un Mesquite, no lograban quitarse a esos parásitos, así que solucionaban el problema sumergiéndose en el mar, primero, buscaban una rama seca, un palito, y con este en el hocico se sumergían en las aguas del pacifico, describía que poco a poco se iban metiendo a lo más hondo, las pulgas empezaban a subir por su cuerpo hasta llegar a la cabeza, y cuando ya casi no tenían lugar, se subían a la rama, en su momento el coyote la soltaba, ahí las dejaba, a la deriva, salía se sacudía el agua y se marchaba en busca de alguna liebre o conejo cola blanca, yo escuchaba con atención al señor Reyes imaginándome la maniobra coyetuna, mientras, se preparaba la sopa de caguama y empezaba a hervir, sus olores invadían el campamento, Don reyes sacaba de entre su ropa  una botella de tequila y le daba un gran trago que le gorgoreaba glub, glub, glub, nomás le lloraban los ojitos por el esfuerzo, pareció inspirarse de nuevo y  empezó con otro  relato, esta vez el  de los Coyotes Almejeros, todos los presentes pusimos atención…
Cualquiera sabe que cuando  llueve poco en nuestra tierra la vida de los animales de nuestro desierto se pone difícil, más de lo que “normalmente” es, hay poco que comer para todos, y los coyotes, no son la excepción, es cuando estos inteligentes animales tienen que recurrir al último recurso “recolectar” almejas, y digo último, porque para los coyotes es muy peligroso.

Los que conocen la zona saben los grandes bajamares que se “forman” en esos lugares, cientos de metros quedan “secos”, las aguas se retiran y solo queda la arena, los que sabemos los trucos, localizamos rápidamente  las almejas enterradas, unas “cuarteaduras” en la arena las delatan, después solo es cuestión de escarbar y sacarlas, a veces, te encuentras algunas casi a flor de arena semi abiertas de sus valvas, bueno, pues esa son las que buscan los coyotes, cuando las ven, llegan de manera sigilosa para que la almeja no se cierre, y cuentan, que meten cuidadosamente la punta de su cola a esta, y cuando el molusco siente la presencia extraña se cierra, es cuando el coyote la jala extrayéndola de la arena y se la lleva colgando de su cola hacia la orilla donde busca una piedra donde  la azota contra esta extrayendo su contenido el cual se come, todo parece muy fácil, pero esta maniobra también tiene sus riesgos, contaba Don Reyes que a él lo toco varias veces encontrar coyotes ahogados, porque después de meter la cola en la almeja, no podían sacar esta de la arena y cuando la marea subía, estos sucumbían ahogados, decia que era muy lastimosos escucharlos aullar cuando estaban atrapados, esperando la muerte mientras la marea subía… bueno, estas son solo algunas pocas historias de las muchas que escuche en los campamentos de pesca, quedan pendientes las “historias” de tesoros, piratas, monstruos y espantos, las dejare para más adelante.







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