lunes, 10 de diciembre de 2018

PENSÉ QUE NUNCA LOS VOLVERÍA A VER.



La foto antigua de hoy

Eliseo Santana A.
Cuál fue mi sorpresa ayer domingo, navegando por internet me los “encontré” de nuevo, ya han pasado 34 o 35 años más o menos desde que los conocí, fue un encuentro fugaz de tan solo unos minutos  cuando por primera vez los vi pero los que íbamos en ese viaje los recordamos claramente.

Como acostumbrábamos en aquellos tiempos mis compadres Víctor Villavicencio, la comadre Liz, el compadre Rafa Álvarez, Elsa mi esposa y yo con todo y chamacos salimos de excursión al norte del estado, queríamos visitar principalmente las pinturas rupestres allá en la sierra de San Francisquito en el municipio de Mulegé, además de la zona de petroglifos en Loreto.

Nos fuimos "rancheando" despacito, al llegar a donde había algo interesante, nos poníamos a platicar con los lugareños y amigos de la zonas por donde pasábamos.

Una cosa que me pasó en ese viaje y no se me olvida es que bajando la cuesta de Ligüi antes de llegar a Loreto por la madrugada de golpe mi parabrisas se empaño completamente, no veía nada y quienes conocen ese lugar sabe lo peligroso de esa zona por la cantidad de curvas y la pendiente de estas, no sé cómo le hice pero baje la ventanilla y saque la cabeza mientras se desempañaba el parabrisas, un brusco cambio de temperatura supongo causo el incidente.

Bueno, después de visitar amigos y parientes en Loreto continuamos  hasta Santa Rosalía, ahí buscamos al presidente municipal Raúl Rousseau que andaba perdido, queríamos nos diera  “un  salvoconducto,  pasavante” para que el subdelegado de San Francisquito nos permitiera pasar a ver las pinturas por fin fue su secretario   quien nos lo proporcionó.

Amaneciendo el siguiente día (era domingo)  salimos casi de madrugada,  amanecía y empezamos a subir por la agreste sierra, en  la brecha en su mayor parte solo podía circular un vehículo, empezamos a subir  empinados cerros, en las alturas  veíamos las  siluetas de los primeros cirios entre la bruma matinal, a media mañana cuando calculábamos no faltaba tanto para llegar a nuestro destino atravesado en el camino se encontraba un camioncito cargado con queso, chivas, pieles y otras cosas, tres rancheros manchados de grasa y aceite hasta las orejas le “echaban” mecánica a su vehículo, nos explicaron que de “repente” la presión del aceite había bajado y tuvieron que detenerse para no dañar el motor, para cuanto llegamos ya habían desarmado una parte del motor, no sé cómo lo hicieron pero habían soltado el motor, desatornillado el cárter, y quitado el filtro interior (de la succión de la bomba de aceite) pero ahí se atoraron, necesitaban levantar más el motor para sacar ese filtro, se habían auxiliado de troncos y piedras para calzar el motor, solo les faltaba unos centímetros para liberar la pieza que ellos consideraban era la razón del  problema, necesitaban un “gato” hidráulico para terminaran su tarea, les preste el mío, cuando por fin sacaron el filtro me extraño su forma de “limpiarlo”, primero lo enjuagaron con gasolina y luego lo quemaron en una pequeña fogata que ya tenían preparada, fue rápido, ya apagado el filtro lo volvieron a lavar con gasolina, le soplaran por todos lados y listo, para reinstalar, en cuanto desocuparon mi gato me lo regresaron para reemprender mi viaje, les di tres litros de aceite que traía de reserva para alguna emergencia, quisieron pagármelo, pero las reglas del camino dicen que los favores no se cobran, además de algo les servirían pues planeaban reusar el aceite viejo que traían que parecía chapopote.

Después de continuar el viaje  en algún lugar del camino, “me perdí” y agarre para otro lado, pronto la brecha  se hizo más agreste y difícil, se veía muy poco rodado, tuve la certeza de que no era la ruta  correcta, además,  no había manera de hacer maniobra para regresar, tendría que buscar un lugar más adelante donde dar vuelta y retornar, ya estaba preocupándome, pues avanzaba y no podía dar marcha atrás, hasta que por fin en un recodo, el camino se amplió, frente a nosotros “apareció” una casa hecha totalmente de piedra con techo de palma, sus ventanas eran pequeñas , la puerta bajita, de madera regional, dos tipos con el pie cruzado sentados en una banca atizaban una pequeña hoguera donde tatemaban una víbora, estaban vestidos impecablemente, muy limpios,  “derechitos”, calzaban unas tehuas nuevecitas y además portaban corbata… ¿Con corbata? SI, con corbata y además eran idénticos… Era un extraño cuadro, casi sub realista, quien iba a imaginarse encontrarse en esas lejanías a esa altura de la sierra, y menos en aquellos tiempos una escena como esa, empezó a lloviznar y la nubes casi nos tocaban que “raro” momento.

Nos estacionamos frente a ellos, bajamos a platicar y pedir orientación, al acercarnos casi de manera “coreografiada”  se levantaron de manera simultánea y extendieron la mano al mismo tiempo, lo que me desconcertó no sabía a quién saludar primero, mi compadre Vic entró al quite, Saludo a uno de ellos y yo al otro, les explicamos que nos habíamos perdido (Que estaba por demás, era obvio) , apenas si sonrieron, pero amablemente nos dijeron  que regresáramos por donde habíamos entrado y que al llegar al entronque del otro camino tomáramos a la derecha, mientras nos decían esto, una de ellos empezaba la frase y el otro la terminaba , que experiencia.

Investigando en la red  ayer domingo, accidentalmente me encontré esta foto de los  hermanos gemelos José  y Martin Ojeda de la  sierra de San Francisquito BCS  tomada en 1989, unos años después de que estuvimos en ese lugar, de inmediato recordé el evento, tienen que ser ellos, no creo que existan muchos gemelos en la sierra de San Francisquito que se vistan con corbata en la zona, que agradable sorpresa volver a verlos y recordar las andanzas de esa época... Hoy es domingo, ¿Traerán puesta su corbata?








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