Por: Lic. Miguel Suarez Reyes
Santiago Papasquiaro, un pueblo ubicado en las laderas
orientales de la Sierra Madre Occidental en el estado de Durango, fue la
querida tierra natal de Jesús Díaz González, tierra que vio por primera vez el
5 de febrero de 1925.

Jesús Díaz González el protagonista de nuestra historia aquí
vivió su niñez al lado de sus padres Nicolás Díaz Vargas y Julia González
Navarro, y fue poco a poco de acuerdo a su edad apoyando a sus padres en las
actividades del campo.
Nicolás Díaz Vargas su padre tuvo una gran pasión por la
música y de manera empírica se convirtió en un Arpista, por amor al arte hacia
vibrar armoniosamente las cuerdas de su Arpa, Jesús Díaz González disfrutó
siempre del talento de su padre.
Las personas de su pueblo lo invitaban cuando festejaban un
cumpleaños, un bautizo, una fiesta familiar, una boda, etc. él acudía siempre
con gusto con su Arpa a deleitar a los asistentes, si en su casa tocaba bien,
en las ajenas lo hacía extraordinariamente mejor.

Sin embargo un día fue llamado a deleitar con su música a
Dios nuestro señor, la partida de su padre fue un suceso que llenó de tristeza
a Jesús Díaz González.
Siendo muy joven a la edad de 17 años y con deseos de forjar
un mejor futuro por la difícil situación económica en el seno familiar, en compañía
de su madre y de sus hermanos José, Ernesto, Javier, Antonia y Raúl, salieron
de su pueblo Santiago Papasquiaro a un pueblo colindante conocido como Nuevo
Ideal, Municipio de Canatlán, Durango.
Su primer trabajo fue en una panadería como ayudante de panadero
y aquí aprendió el oficio que años más tarde en otras circunstancias de la vida
fue necesario retomar.
En Nuevo Ideal a la edad de 18 años una bella joven oriunda
de este lugar conocida como Ana María Rivera Villareal conquistó su corazón, al
poco tiempo establecieron una bonita relación de noviazgo y contrajeron nupcias
con la idea de formar una familia e iniciar una vida juntos.

Jesús Díaz González en el año de 1943 se fue del Estado de
Durango en el traslado que estaba haciendo el gobierno americano de mexicanos
experimentados en el cultivo o bien de mano de obra inexperta para él
mantenimiento de rieles de vías ferroviarias y eventualmente para cubrir otras
labores especializadas o no especializadas.
El viaje lo realizó junto con un centenar de mexicanos más
que fueron distribuidos en distintas regiones de Estados Unidos, lo anterior
como parte del Programa Bracero Ferroviario (acuerdo laboral temporal debido a
un intercambio de notas diplomáticas entre Estados Unidos y México, ante la
necesidad de mano de obra durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942)
Sin embargo buscando siempre el bienestar y protección de su
familia tomó la decisión de que su esposa, su madre y hermanos se asentaran en
Ciudad Juárez, Chihuahua, y él en compañía de sus hermanos José y Antonia se
trasladaron hasta la Ciudad de Chicago, Illinois, así mientras él trabajaba en
las vías de ferrocarril su esposa Ana María Rivera Villareal encontró trabajo
en el Paso Texas a donde viajaba diariamente a desempeñarse como empleada
doméstica con una familia de Judíos.

San Luis Río Colorado, Sonora fue también otra de las
regiones donde Jesús Díaz González y su familia vivieron persiguiendo el sueño
americano ya que continuaron trabajando en los Estados Unidos y obteniendo los
dólares necesarios para sacar adelante a su familia.
Jesús Díaz González un hombre acostumbrado a entregarse a su
destino, un día junto con otros compañeros emprendieron un viaje de San Luis
Río Colorado al Valle de Santo Domingo, ya que habían tenido noticias que esta
lugar se encontraba en pleno desarrollo económico, había trabajo y como
consecuencia mucho dinero.
En el año de 1953 llegó por primera vez al Valle de Santo
Domingo pero un año después regresó a San Luis Río Colorado por una parte de él
que aquí se había quedado nos referimos a su querida esposa y sus hijos.

Al llegar a esta región su esposa Ana María Rivera Villareal
lo que encontró fue un panorama desolador, sin embargo ella una mujer que
siempre se caracterizó por su perseverancia y tenacidad porque en la vida y
ante cualquier circunstancia puso siempre en el centro a su familia y a sus
hijos, no dudó en forjar aquí un futuro prometedor para ellos.

Si bien es cierto el Valle de Santo Domingo no fue el lugar
que él eligió para quedarse hasta el último día de su vida, si lo fue para su
esposa Ana María Rivera Villareal y sus hijos y con ellos aquí dejó su más
grande legado.
Cuando llegó tuvo la oportunidad de acceder a tierras
agrícolas, sin embargo no quiso, posiblemente cuando las rechazó cerró un ciclo
importante, considerando que sus antepasados siempre se habían dedicado a las
arduas tareas en los campos agrícolas en Santiago Papasquiaro.
Por esta razón lo único que él tuvo como propiedades en el
Valle de Santo Domingo fue un lote que le fue otorgado a un costado de la
Iglesia de Nuestra Señora de Lourdes donde construyó una casa muy modesta de
madera, años más tarde cuando mejoró su situación económica tuvo la oportunidad
de construir un hogar en mejores condiciones.
A partir de este momento y hasta los últimos días de su vida
fue sintiendo una fuerte atracción y satisfacción por desarrollar actividades
que implicaban brindar un servicio al prójimo y por lo tanto a su comunidad, de
esa manera consolidó una actitud de gran servicio.
Es interesante resaltar que en esta época en general en el
Valle de Santo Domingo los colonizadores se distinguieron por sus actitudes de
apoyo, solidaridad, empatía y gratitud, y fueron estas actitudes en gran medida
la posibilidad que les permitió enfrentar las adversidades en los diferentes
aspectos de la vida durante el proceso de colonización.
Los primeros servicios que Jesús Díaz González brindó a los
habitantes de la región fue cuando se desempeñó como panadero, oficio que había
aprendido en Nuevo Ideal, Durango.
En el patio de su casa elaboró un horno rustico con adobes y
ladrillos y después de haber adquirido con mucho sacrificio los utensilios
mínimos, todos los días desde temprana hora iniciaba con la preparación de su
exquisito pan.
Se convirtió en una panadero artesanal, si bien es cierto su
producción era pequeña hacia una gran variedad de pan y todos con un rico
sabor, con gran habilidad en sus manos preparaba la masa y horneaba, así las
familias acudían diariamente a consumir sus productos y en algunas ocasiones
Jesús Díaz González visitaba ciertos lugares para venderlos cuando por alguna
razón no realizaba la venta de las piezas de pan que había elaborado para ese
día.
Pero como los grandes cambios se dan en los momentos menos
esperados, exactamente eso fue lo que le ocurrió a Jesús Díaz González cuando
repentinamente cambió de oficio.
Al asumir el cargo el Capitán Enrique Aguilar Morales como I
Delegado Territorial en el año de 1960 y conformar el primer cuerpo policiaco
lo invitó a desempeñarse como Comodante de la Policía, cargo que aceptó
inmediatamente.
A partir de ese momento dejó su oficio como Panadero y pasó a
ser un empleado de la Delegación Territorial, Jesús Díaz González se convirtió
en la persona de gran confianza del I Delegado Territorial Capitán Enrique
Aguilar Morales quien le asignó la encomienda de coadyuvar en el orden de la
región.
En esos momentos cuando se dio la colonización, llegaron personas
de distintos lugares de la República Mexicana y de distintas regiones del
propio Territorio de B.C.S. esto implicó que se diera un mosaico cultural muy
fuerte y se generó la necesidad de contar con una organización que a través de
la aplicación de cierta normatividad y reglamentos permitiera la convivencia
armónica y de respeto entre los pobladores, la creación del cuerpo policiaco a
cargo del Comandante Jesús Díaz González jugó un papel fundamental en este
sentido.
Para desempeñar este importante cargo el Comandante Jesús
Díaz González poseía ciertas cualidades, una de ellas la imparcialidad, aplicó
la ley sin distingos incluyendo a sus apreciados amigos cuando por algo razón
trasgredieron la ley, fue también un hombre severo y disciplinado en su actuar
y en las decisiones que tomó y asumió cuando se presentó algún problema, pero
sobre todo fue un Comandante que se distinguió por su honestidad e integridad
como funcionario y como integrante de una comunidad.
Con su espíritu de servicio fue siempre un gran conciliador,
estaba convencido que la negociación era fundamental para resolver las
problemáticas de diversa índole que surgían, muchas de ellas no implicaban un
castigo y el diálogo entonces era la vía correcta.
En múltiples ocasiones se reunió con quienes intervenían en
alguna situación y fungía como intermediario con cierta autoridad que le daba
el propio cargo que desempeñaba como Comandante.
El Capital Enrique Morales Aguilar como Delegado Territorial
y por su formación en la milicia, tendía a ser mucho más estricto o enérgico al
momento de intervenir en aquellas situaciones que afectaban a la población, sin
embargo fue considerado por sus habitantes un buen Delegado Territorial, por lo
tanto Jesús Díaz González como Comandante realizó una labor de mayor
acercamiento con la comunidad, fue el vínculo entre el Delegado Territorial y
la población, procurando el bien común.
En este periodo y siendo Jesús Díaz González Comandante se
adquirió en Tijuana la primera patrulla que fue un Ford 55, y ya en el Valle de
Santo Domingo le colocaron las torretas y escudos.
Contar con una patrulla fortaleció el trabajo que realizaba
el cuerpo policiaco en ese momento, realizaban los recorridos o rondines por
“El Crucero”, se trasladaban a ciertos lugares a realizar las investigaciones
pertinentes o aprender a alguna persona que era considerado culpable por algún
delito.
Otra de las actividades importantes que desempeñó el
Comandante Jesús Díaz González al frente del cuerpo policiaco en ese momento
fue el emplacamiento de los vehículos, principalmente de los camiones de carga,
auxiliar en campañas de vacunación, vigilancia de la seguridad de los
pobladores en los diferentes eventos sociales que se desarrollaban, desarrolló
de investigaciones cuando había una denuncia o queja y aplicación de las leyes
sin distinción cuando alguien atentaba con sus acciones el orden y bienestar.
El cuerpo policiaco en ese momento estuvo conformado por 10
elementos aproximadamente, entre ellos: Gervasio, Atenedoro Ledezma, Lemus,
Tranquilino, etc. contaba además con el apoyo de Antonio Razo que fungía como
subcomandante bajo sus órdenes y dos secretarias, entre ella Esperanza y Elva
Torres Aguilar.
El Comandante y su personal contaba con un área de trabajo
donde hoy encuentran las oficinas del Ayuntamiento de Comondú, y como anexo un
pequeño espacio habilitado como “cárcel” que era utilizado solamente cuando
había detenidos cuyos problemas se resolvían ahí mismo, y se les aplicaba una
multa para dejarlos en libertad.
Es importante mencionar que cuando se cometían delitos
considerados mayores eran turnados a la Ciudad de La Paz por lo tanto se
contaba también con un área de transmisiones, y a través de un radar
establecían comunicación para pasar el parte y los informes, además recibían
las órdenes en caso necesario cuando el delito no era competencia de la
Delegación Territorial.
Jesús Díaz González y su cuerpo policiaco se entrenaban de
manera permanente en defensa personal, adiestramiento que recibían de Mario
Marín, lo anterior les permitía estar en mejores condiciones de desempeñar tan
importante labor.
Algo que los distinguió fue su uniforme que mandaban
confeccionar en tela casimir y que portaron siempre con gran orgullo, consistía
en una camisa de kaki, pantalón kaki, y gorra del mismo color, en la camisa y
en la gorra colocaban una insignia a manera de escudo que simbolizaba la
autoridad que le confería el pueblo y el propio Delegado Territorial.
Jesús Díaz González portó siempre un arma 45 y se caracterizó
además por ser un gran tirador ya que desde que se encontraba en su pueblo
natal lo hacía esporádicamente, pero mientras desempeñó el puesto de Comandante
de la Policía se dedicó a entrenar de manera constante, particularmente los
fines de semana acudía al campo y dedicaba largas horas a realizar repetición
de ejercicios relacionados con el tiro.
Diariamente en el cumplimiento de su deber como Comandante de
la Policía Jesús Díaz González trabajó mañana y tarde, se mostró siempre
dispuesto para acudir por las noches, en la madrugada y los fines de semana
cuando había una emergencia donde se requería su presencia.
En su paso por el Valle de Santo Domingo se dedicó a cultivar
grandes amigos, entre los más cercanos se encontraba Florencio Magdaleno, José
Ibarra y Juan Valadez así mismo su esposa consolidó grandes amistades entre
ellas Cecilia Alcántar, Cleofás Beltrán, Yolanda Montoya, Lilia Preyser, Leonor
Tamayo y María Luisa Guzar, entre otras.
Como padre de familia de sus 7 hijos: Irma, Alejandro,
Ernesto, María Julia, Antonia, Lourdes y Hermelinda, se aseguró de formarlos en
un ambiente de disciplina y firmeza para que adquirieran lo valores importantes
que debe poseer un ser humano y que incluso hoy sus hijos han inculcado a sus
descendientes. Para Jesús Díaz González no fue sencillo expresar sus
sentimientos y emociones con sus hijos, era siempre muy callado, sin embargo
los recompensó siempre a través de diversos detalles por todo aquello que
consideraba una acción o actitud importante de sus hijos y con esto mostraba su
más grande afecto hacia ellos.
Disfrutó a su familia y compartió con ellos algunos momentos
de esparcimiento, acudiendo al famoso Cine “Variedades”, a la Feria del Trigo y
en repetidas ocasiones asistiendo a un buen día de campo.
Jesús Díaz González tuvo una gran afición por las peleas de
gallos, dedicó parte de su tiempo a la crianza de más de 60 gallos, al
entrenamiento especial y a la preparación física de ellos.
Después de preparar a sus gallos asistía a diferentes eventos
para participar en los palenques de la feria del trigo o fiestas de Benito
Juárez, en donde una ocasión ganó 11 de 12 peleas, considerando que era una
época de gran auge económico las apuestas siempre resultaban de una buena suma
económica.
En otros momentos de esparcimiento disfrutaba de la lectura,
fue el un asiduo lector, con este hábito fue desarrolló aún más su inteligencia
y posiblemente también su persistencia, para Jesús Díaz González nunca hubo
imposibles, es decir la lectura le abrió las puertas de todo aquello que
siempre se atrevió a imaginar, posiblemente por eso cada momento de su vida lo
vivió con tanta intensidad.
Tuvo siempre un gran compromiso con la responsabilidad dada
como comandante que fue directamente proporcional a su autoexigencia de Jesús
Díaz González al desempeñarla, muy orgulloso siempre del trabajo realizado.
Al concluir el periodo como I Delegado Territorial el Capitán
Enrique Morales Aguilar en 1965, siendo el Comandante “Chuy” Díaz un hombre
audaz consideró que era conveniente retirarse y dejar el cargo, se fue con la
certeza de haber cumplido cabalmente con la responsabilidad de hacer respetar
la ley y a través de esto haber contribuido a mantener el orden público
interno, previniendo y eliminando todo aquello que perturbaba la tranquilidad y
la seguridad de la familia de los colonizadores.
Al dejar el cargo de Comandante de la Policía que había
desempeñado por 5 años, Jesús Díaz González y después de13 años de radicar en
el Valle de Santo Domingo un día decidió alejarse posiblemente estaba
acostumbrado a continuar su viaje y perseguir un sueño.
Jesús Díaz González vivió los últimos años de su vida en el
Realito, municipio del Fuerte, Sinaloa brindando un servicio importante no solo
a los habitantes de la región sino de distintas partes de la República Mexicana
y de otros lugares del mundo, ya que hizo uso de los conocimientos en Medicina
Herbolaria que estudio por muchos años de manera autodidacta y atendió de esa
manera a cientos de pacientes que acudían a él en busca de un remedio para sus
padecimientos.
De esa manera y a pesar de que Jesús Díaz González siempre
luchó por la vida propia y ajena, en el año 2013 falleció, él emprendido su
último viaje pero esta vez a una dimensión desconocida.
Las buenas obras que hizo en su vida y que se muestran en esa
historia dan cuenta de la gran generosidad de su espíritu y esto fue siempre en
su vida un proceso sin fin.
Entrevista realizada a Ernesto Díaz Rivera
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