viernes, 4 de agosto de 2017

“Mercantil Coromuel”


Por Mayra Zamudio Gorozave.

Ubicado en el centro de la ciudad, junto a Mercado Madero, se encuentra uno de los edificios más antiguos de la zona. La vieja casona data de mil ochocientos y tantos. En una esquina de la entrada principal, en el piso, se lee la fecha en que le fue colocado el piso de cemento: 1906.

Los techos son de tejamanil, a la vieja usanza. Las puertas y ventanas, así como los herrajes son los originales.


Esta casona es parte de un gran predio que hoy es estacionamiento público, donde también había un pozo de agua que en la actualidad está tapado y donde los viajeros de antaño, en su mayoría rancheros, que venían de pueblos vecinos para embarcar ganado en el muelle fiscal, se detenían a descansar bajo los grandes mezquites, y a dar de beber agua a sus animales en antiguos bebederos que ahí existían.
 
En este viejo edificio, que fuera propiedad de la familia Ansaldo, del recordado Doctor Ansaldo y su esposa doña María Jesús Romero, se encuentra desde hace ya más de cuarenta años, la negociación denominada “Mercantil Coromuel”, fundada a principios de los años 70 por don Rubén Ascencio Salazar.

En aquellos años, don Rubén vivía en el vecino estado de Sinaloa, donde también se dedicaba al comercio, y fungía como gerente general de un negocio. Aficionado como era al base ball, un día en un partido, conoció e hizo amistad con el Capitán Alberto Ayala Luken, mejor conocido y muy querido en estas tierras como “El Pato Ayala”. Acababa de pasar un fuerte huracán que devastó a Los Mochis, y el señor Rubén vio afectado su negocio.
A invitación del Capitán Ayala, decide venir a probar suerte a esta noble tierra, donde ya algunos de sus hijos vivían, incluso una de sus hijas era subgerente de Banamex.

Entusiasmado con el nuevo proyecto y a invitación del Capitán Ayala, decide pedir su jubilación y venir en busca de nuevos horizontes.

Así, a bordo del barco “El Salvatierra”, llega un día a principios de los años 70 el señor Rubén Ascencio Salazar y familia, para convertirse en uno de los comerciantes más importantes del mercado de abastos de esos tiempos, que se ubicaba en la calle Degollado, junto al Cuartel Pineda, hoy mercado Madero. Era zona de mucho movimiento comercial. Los años dorados de La Paz.

Al ser un hombre de negocios y bastante instruído, pues hablaba varios idiomas, e incluso dialectos de los indios de Sinaloa, don Rubén rápidamente entabla amistad con los señores Ruffo, empresarios poderosos de La Paz, quienes le presentan al doctor Ansaldo y es él quien le proporciona el local donde se establecería la frutería y verdulería “Mercantil Coromuel”, hasta la fecha de hoy. En ese tiempo estaba abandonada la propiedad y el señor Ascencio junto con sus hijos, pusieron su mejor empeño para remozarla.

Para 1976, se da el hundimiento del barco “El Salvatierra”, donde el señor Rubén pierde una camioneta del año y un gran cargamento de 4 toneladas quesos que traía de Sinaloa para la venta. Por fortuna, había comprado un seguro para sus cosas antes de embarcarlas y pudo recuperar en algo lo perdido.

Durante mucho tiempo, el señor Ascencio, trajo frutas y verduras de Los Mochis a La Paz. De ahí se surtían los comercios y los pequeños negocios de abarrotes locales.

Narra el señor Eugenio Ascencio Larrinaga, hijo de don Rubén que a él le tocaba quedarse en las noches a dormir en el negocio, y en varias ocasiones pudo ver como del lado de donde hoy es tienda Coppel y debajo de unos enormes mezquites, salía una llamarada de color azul, que se alzaba por las noches, donde tiempo más tarde, sacarían un gran tesoro de monedas de oro y plata. Esta ciudad es famosa por guardar en sus entrañas gran cantidad de tesoros, mismos que han sido motivo de leyendas e historias de piratas y otras fantasías.

Y es que, al no contar la ciudad con bancos o un lugar seguro para guardar el dinero, la gente acostumbraba a enterrarlo o a emparedarlo para protegerlo de los hurtos, sin embargo, muchas personas morían y se llevaban el secreto de la ubicación de aquellos tesoros, que en muchas ocasiones vinieron a parar en manos de quienes no eran ni siquiera familia.

Siguiendo con la historia, de don Rubén y su negocio, me comenta su hijo que su madre, la señora Alicia Larrinaga, originaria de Huatabampo, era familiar cercana de los hermanos Almada, los actores, de ahí le venía la vena artística, pues ella era una gran pianista.

Con el tiempo, y ya cansado de tanto trabajar, don Rubén enfermó y falleció hace ya 25 años. Hoy su hijo Eugenio sigue al frente con el negocio familiar, que subsiste aún a pesar de los duros tiempos y la competencia. Esperamos y deseamos larga vida a su negocio.


Agradezco al señor Eugenio Ascencio Larrinaga, por contarnos la historia de su señor padre y su negocio, que son parte de un pasado que se mantiene vigente en nuestros tiempos, y que nos hace recordar cómo eran aquellas épocas de nuestra bella ciudad, tan llena de historias y de tesoros de todo tipo, muchos aún no encontrados.

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