Por: Evaristo Murillo
2- Foringo sobre
la bajada del infierno.
3- Pick up Ford
modelo A, descendiendo por la cuesta del infierno en 1932. ruta San Ignacio -
Santa Rosalía BCS
4- Repostando
5- Baño vaquero
en el camino
6- Valle de los
Cirios
7- Mulege B.C.S. 1936, desponchando
Sin duda en la primera década del siglo XX, aventureros y
audaces conductores de los nacientes vehículos Ford y Chevrolet recién salidos
de fábrica, iniciaron y abrieron camino sobre las brechas de la prolongada
transpeninsular con mas de 1500 kilómetros en la histórica ruta Ensenada - La
Paz.
Esta interesante y nostálgica serie de imágenes del
coleccionista de Santa Rosalía Javier Cota, destacan fotografías de los años
1920s, además una de 1932 un fuerte pick up ford descendiendo con carga en la
peligrosa cuesta del infierno o de las Vírgenes poco antes de llegar al puerto
minero. Existen evidencias de 1910 en el pueblo de Todos Santos se observa un
Ford modelo T.
Antes de que se construyera la primera carretera pavimentada
en los años 70s, innumerables conductores y sus familias viajaban por los
sinuosos y difíciles caminos de la península Californiana.
Para lograr llegar a su meta o destino final de sur a norte y
norte a sur, los hábiles y expertos conductores, superaban todo tipo de
dificultades mecánicas, cortes en el camino, condiciones meteorológicas, el
aislamiento, el peligro e inclusive accidentes sobre el camino, cuentan casos
de personas fallecidas en el trayecto, eran sepultadas ahí mismo a una lado de
la brecha.
Desde la llegada de los primeros automóviles en la península,
los conductores establecían un vínculo especial; emergió una especie de
simbiosis entre el hombre, la máquina y la naturaleza; eran factores vitales de
supervivencia para lograr recorrer y llegar a su destino.
Conocer a la perfección las rutas, detectar la mínima falla
mecánica y habilidad en el manejo, era más que fundamental para recorrer los
prolongados caminos. Se establecía una conexión especial con el auto, una
comunicación y diálogo interno sobre todo cuando saltaban momentos de gran
tensión o dificultades. El hombre y la máquina unidos en emociones y
sentimientos. Llegar juntos era el reto.
Cuentan los abuelos que era común observar a un lado del
camino, un pequeño campamento para dormir, descansar, preparar alimentos e
inclusive hacer reparaciones; no faltaba una pequeña fogata para calentar el
café y preparar la clásica machaca con frijoles con queso y elaborar tortillas
de harina.
Una y mil historias y aventuras surgen al observar estas
maravillosas imágenes que nos hacen recordar los tiempos de nuestros
bisabuelos, abuelos y padres quienes viajaron en esos autos y por esas
emblemáticas rutas de la transpeninsular.
Imágenes del coleccionista Javier Cota.
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