Eliseo Santana A.
Cuentan que en una ocasión, que
El Güero de las Canoas llego a La Paz y fue directamente a la oficina de la
Delegación, pidió ver al delegado, y espero pacientemente ser recibido por él.
No espero mucho, el delegado en
ese entonces era Alberto Andrés Alvarado Aramburo (Diez años fue delegado),
persona sensible y con don natural de
gentes (No como otros delegados de hoy en día parientes de él) lo recibió con
una amplia sonrisa y dio una palmada en la espalda del güero.
¿En qué puedo ayudarte Güero?
pregunto, mirándolo fijamente y tratando de saber que tramaba el güero, pues
sabía que era muy ingenioso y especialista en interpretar las cosa a su manera.
Tranquilo, y con una mirada
ingenua el güero pregunto, ¿Don Alberto, con ustedes, aquí es donde dan permiso para matar reses?
es que quiero beneficiar una un día de estos.
Alberto le explico y dio
información de los trámites a seguir para que le otorgaran el permiso así como
el costo de este, que era de solo unos pocos pesos, el güero le dio las gracias
y se fue a realizar los trámites y pago del permiso.
Unas semanas después, se presentó
a la delegación un ranchero furioso, propietario de un rancho vecino al del güero
de las canoas, muy molesto señalaba al güero como responsable de la pérdida de
un novillo.
El delegado, Alberto Alvarado, mando citar con carácter de
urgente al güero para iniciar la investigación del caso del novillo
“desaparecido”.
El güero acompaño a la partida de
policías que fueron a buscarlo, pacíficamente, sin oponer resistencia, es más
platico y bromeo con ellos todo el camino, les gorreo cigarros, hizo que le
compraran un refresco a la entrada del pueblo y hasta uno de ellos le presto
dinero (que nunca se lo pagaría) al llegar a la delegación fue conducido
directamente con el delegado que muy
serio atrás del escritorio veía al güero con ojos inquisidores (muy en su papel
de autoridad).
GÜERO, le dijo, Don Goyo te acusa
por la pérdida de un novillo de su propiedad y piensa que ya lo mataste, pues
no lo encuentra.
Tranquilo, calmado, el güero
escuchaba sin inmutarse, esto turbo al delegado pues si fuera culpable, pensó, el güero estaría nervioso, cosa que no era
así, la respuesta del afamado güero lo desconcertó aún más, le dijo:
“Si es cierto, el novillo lo mate yo, pero usted me dio permiso”
¿Qué no se acuerda?
Queee, yo no te di permiso, le dijo.
SI,
acuérdese que yo vine y le pregunte si aquí daban permiso para matar ganado y Ud.
me dijo que sí.
Si güero pero el permiso era para que mataras una
res de tu propiedad, aclaro Alberto…
“Sr. Delegado, para matar una res de
mi propiedad, yo no necesito pedir permiso de nadie, porque sobre lo mío, yo
mando.”
Sobra decir que batallaron para
que el güero aceptara pagar por la res que había matado, el argumentaba que
“había pedido permiso”, y que se lo habían otorgado y que hasta había pagado $
3.00 pesos por este.
Así se las gastaba el güero de
las canoas, era algo así como un tres patines choyero, aunque más pícaro,
cabron y mal hablado, muy sudcaliforniano, en cuanto pueda seguiré compartiendo
con ustedes otras anécdotas de las peripecias del Güero de las canoas.
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