viernes, 30 de septiembre de 2016

EL GÜERO DE LAS CANOAS Y EL NOVILLO PERDIDO



Eliseo Santana A.

Cuentan que en una ocasión, que El Güero de las Canoas llego a La Paz y fue directamente a la oficina de la Delegación, pidió ver al delegado, y espero pacientemente ser recibido por él.

No espero mucho, el delegado en ese entonces era Alberto Andrés Alvarado Aramburo (Diez años fue delegado), persona sensible y con don natural de gentes (No como otros delegados de hoy en día parientes de él) lo recibió con una amplia sonrisa y dio una palmada en la espalda del güero.

¿En qué puedo ayudarte Güero? pregunto, mirándolo fijamente y tratando de saber que tramaba el güero, pues sabía que era muy ingenioso y especialista en interpretar las cosa a su manera.

Tranquilo, y con una mirada ingenua el güero pregunto, ¿Don Alberto, con  ustedes, aquí es donde dan permiso para matar reses? es que quiero beneficiar una un día de estos.

Alberto le explico y dio información de los trámites a seguir para que le otorgaran el permiso así como el costo de este, que era de solo unos pocos pesos, el güero le dio las gracias y se fue a realizar los trámites y pago del permiso.

Unas semanas después, se presentó a la delegación un ranchero furioso,  propietario de un rancho vecino al del güero de las canoas, muy molesto señalaba al güero como responsable de la pérdida de un novillo.

El delegado,  Alberto Alvarado, mando citar con carácter de urgente al güero para iniciar la investigación del caso del novillo “desaparecido”.

El güero acompaño a la partida de policías que fueron a buscarlo, pacíficamente, sin oponer resistencia, es más platico y bromeo con ellos todo el camino, les gorreo cigarros, hizo que le compraran un refresco a la entrada del pueblo y hasta uno de ellos le presto dinero (que nunca se lo pagaría) al llegar a la delegación fue conducido directamente con el  delegado que muy serio atrás del escritorio veía al güero con ojos inquisidores (muy en su papel de autoridad).

GÜERO, le dijo, Don Goyo te acusa por la pérdida de un novillo de su propiedad y piensa que ya lo mataste, pues no lo encuentra.

Tranquilo, calmado, el güero escuchaba sin inmutarse, esto turbo al delegado pues si fuera culpable, pensó,  el güero estaría nervioso, cosa que no era así, la respuesta del afamado güero lo desconcertó aún más, le dijo:

“Si es cierto, el novillo lo mate yo, pero usted me dio permiso”

 ¿Qué no se acuerda?

  Queee, yo no te di permiso, le dijo.

 SI, acuérdese que yo vine y le pregunte si aquí daban permiso para matar ganado y Ud. me dijo que sí.

 Si güero pero el permiso era para que mataras una res de tu propiedad, aclaro Alberto…

 “Sr. Delegado, para matar una res de mi propiedad, yo no necesito pedir permiso de nadie, porque sobre lo mío, yo mando.”

Sobra decir que batallaron para que el güero aceptara pagar por la res que había matado, el argumentaba que “había pedido permiso”, y que se lo habían otorgado y que hasta había pagado $ 3.00 pesos por este.

Así se las gastaba el güero de las canoas, era algo así como un tres patines choyero, aunque más pícaro, cabron y mal hablado, muy sudcaliforniano, en cuanto pueda seguiré compartiendo con ustedes otras anécdotas de las peripecias del Güero de las canoas.









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