Muchos de los que vivimos y estudiamos fuera
recordamos aquellas largas filas en la terminal de Mazatlán para conseguir
boleto.
Cansados, desvelados después de un incómodo
viaje en algún autobús Tres Estrellas De Oro, de esos que cuando estaban
detenidos y con el motor encendido “ronroneaban” acompasadamente, los que
regresaban de la CD. de México eran los más “molidos” en ocasiones hacían hasta
24 horas, era una proeza viajar en esos “olorosos” y sofocantes camiones.
Ya, en la terminal del “Ferry “no faltaba que
te encontraras algún amigo, conocido o pariente que también andaba fuera,
abrazos y pláticas de aventuras y peripecias trascurridas en el tiempo que se
dejaron de ver y luego la lucha por conseguir un boleto de “SALON,” los más
baratos de $50.00.
En época de vacaciones era muy, muy difícil,
la verdad creo yo, es que creaban una “escases artificial” para venderlos más
caros, finalmente tenías que dar una “propina” a alguien para que te lo
consiguiera, claro que no siempre sucedía, pero era común.
Después de conseguir el preciado boleto, y si
te sobraba algo de dinero (casi no sucedía, la mayoría de los estudiantes
llagaban con la viada) te ibas con algún compañero a recorrer Mazatlán en
“Pulmonía “y a tomarte una cerveza en alguna cantina como El Toro Manchado o a
la cantina que estaba casi contra esquina del correo, el truco era que tenía
que ser a medio día, pues daban botanas, casi siempre camarones secos o
“pajaritos” fritos acompañado con algún caldo de pescado, pagabas dos cervezas
y la comida era “gratis”.
En la tarde tenías que regresar a
abordar el barco, regularmente partía a las cinco de la tarde y debías subir
mucho antes, cuando llegabas, largas filas de pasajeros abordando, el ruido y
ajetreo de los camiones de carga subiendo, y ese olor que me intrigo mucho
tiempo y no podía saber que era lo que olfateaba cuando partía y llegaba el
barco, nunca olía a eso en travesía, tiempo después lo averigüé; Resulta que
las primeras cuerdas o cabos de amarre que originalmente traía el trasbordador
La Paz, esas muy gruesas y trenzadas, eran de cuero de vaca, y al contacto con
el agua y permanecer guardadas en el tambucho adquirían su característico,
apestoso y desagradable aroma .
Continuando con el abordaje, los lugares
estaban enumerados (en salón) pero cuando no te tocaba asiento, era necesario
estar muy “vivo” para apoderarte de algún sillón en el comedor y poder pasar la
noche sin estar tirado en el suelo, pero si eras vago y querías ir a la Disco del
barco casi siempre perdías tu lugar “ganado” en el comedor y terminabas en la
popa, cantando y bebiendo tequila hasta el amanecer con los amigos.
En alguno de los viajes pude ver, a los
cientos de personas que venían a trabajar en las labores agrícolas en el Valle,
y Los Planes eran de Oaxaca, Michoacán, Guanajuato, Etc., familias enteras
rifándoselas por subsistir, valientes, fuertes, abnegados y firmes, siempre los
admire por su entereza.
La verdad es que yo resentía estar mucho
tiempo fuera, extrañaba mi tierra, el momento de regresar era lo mejor que
podía pasarme en el año, contaba los días que faltaban pera que sucediera.
Amanecía, y un ligero cambio en el ritmo de
los motores me hicieron despertar, Salí a popa y a estribor el rojo, el
granate, el carmín y el purpura en el horizonte, nubes grises con penachos
brillantes bloqueaban los primeros rayos del sol, dejábamos la Isla Cerralvo
atrás, en la proa Espíritu Santo usada como lienzo por el rey de los astros,
luciéndose, pintando sus cerros de muchos tonos y colores, creando un efecto
mágico, un espectáculo ver la isla coloreada y envuelta por la bruma.
Una fresca y perfumada briza llega de tierra,
damiana, orégano, guatamote y tierra húmeda todo combinado, huele a monte de mi
tierra, ese olor, es único.
Un Ding Dong de “campanas” en el alta voz del
barco, una voz muy familiar se dirigía a mí, me da la bienvenida, Y me decía…“X
E N T radio la paz, desde la Colina del sol, frente a las playas del mar
bermejo”.
Me dan ganas ganas de llorar,
pero no lo hago porque estoy feliz… YA ESTOY EN CASA.
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