martes, 21 de abril de 2015

LA MOTO, DIJO EL PADRE LUIS


 Inicialmente solo quería dar a conocer la anécdota del padre Luis y su moto, pero investigando algunos datos para complementar el relato, me encontré información interesantísima al menos para mí y creo que para todos los sudcalifornianos que les gusta saber el origen de las cosas.
 Debo aclarar que los datos y algunas partes de este escrito los obtuve de el blog Misioneros en camino.

 El padre Luis pertenecía a los Combonianos, agrupación religiosa fundada por Daniel Comboni cuyo objetivo principal era evangelizar África, solo que por azares del destino algunos miembros de la organización tuvieron que hacer su trabajo fuera de ese continente.

 1946, había terminado la segunda guerra mundial el mapa geopolítico se había alterado, con la derrota del eje (Alemania, Japón e Italia) los Combonianos no podían regresar al continente africano, en Italia fueron concentrados los misioneros y…se desesperaban pues deseaban salir a hacer su labor así que a sus directivos se les ocurrió pedir que los enviaran a trabajar con “los negros de Brasil”, total eran descendientes de los mismos con los que ya habían trabajado.

 Aunque las cosas no suceden como deseamos y esto les sucedió a los Combonianos, casi al mismo tiempo que ellos hacían su solicitud de viajar a Brasil, El administrador apostólico y obispo del Vicariato Apostólico de Baja California, monseñor Felipe Torres Hurtado, se encontraba pidiendo por aquellos meses al Vaticano misioneros para la península de BC en México, le aconsejaron al obispo Torres Hurtado hablara con los Combonianos pues estos estaban urgidos de colocar al mayor número de sus miembros fuera de Italia pues el estar “acuartelados” era ya un problema para ellos.
 La dirección de los Combonianos vieron esto como un milagro y sin discutir, sin investigar ni nada, dijeron que SI.

 Una verdadera revolución para los viejos Combonianos, la primera misión fuera de África algunos no lo vieron con buenos ojos, pero si algo tiene esta organización es disciplina y” obediencia” al papa.

“Sin ni siquiera venir a ver o hacer un estudio previo, el superior general firmó el contrato con monseñor Torres, aprobado por monseñor Costantini, comprometiéndose a enviar de inmediato un primer contingente de nueve misioneros que el obispo acomodaría en las parroquias del sur de la Península”.


“Los acuerdos se celebraron el 22 de octubre de 1947. Dos meses después, la noche del 26 de diciembre, 9 misioneros (6 sacerdotes y 3 hermanos) escogidos al azar y sin previo aviso ni preparación, se despidieron de casi 200 Combonianos presentes en la casa madre de Verona. El padre Elio Sassella era superior del grupo, y venía acompañado de los padres Pedro Vignato, Antonio Piacentini, Amadeo Ziller, Luis Ruggera y Bruno Adami; y los hermanos Luis Garzotti, Francisco Di Domenico y Arsenio Ferarri

 El 15 de enero la nave atracó en el puerto de Nueva York, después de un viaje marítimo desastroso en la que los nueve misioneros se enfermaron. El 22 de enero, llegaron a Los Ángeles, California, por tren. Monseñor Torres, feliz, los recibió llevando dos autos y una pik-up para transportarlos. Lo acompañaban dos teólogos y el rector del seminario de Tijuana, que hablaba italiano.
 Al padre Sassella se le encomendó dar clases de Teología Dogmática y de Derecho Canónico a los teólogos, y al padre Ruggera las de Moral. A los otros sacerdotes les asignó la parroquia de Mexicali para aprender el idioma y aprender las costumbres religiosas mexicanas. Mientras tanto, el padre Sassella había conseguido en el Consulado mexicano de San Diego, California, la visa de turista para los nueve misioneros, válida por 6 meses.

 El 15 de febrero 1948, el obispo llegó a La Paz con los padres Vignato y Adami y el hermano Di Domenico. En el aeropuerto de La Paz los esperaba el párroco Agustín Álvarez y un grupo de guadalupanos. Jubilosos, se dirigieron a la «parroquia» (ahora Catedral), cuando de pronto, el obispo y el padre Agustín fueron trasladados a la cárcel por andar con sotana en la vía pública pues, en ese entonces, estaba prohibido. Los demás misioneros llegaron muy aturdidos y temerosos a la parroquia.
 Julián Rivera, un ex combatiente cristero, agrupó unas 500 personas arremolinándolas frente a la comandancia, amenazó con levantar en armas a toda la ciudad si no liberaban inmediatamente al obispo y al párroco. Después de dos horas de negociaciones, soltaron a los presos, quienes llegaron a la parroquia ¡con sotanas! Tres días después, tomaron posesión de su parroquia-misión, cubriendo 150 kilómetros de brechas y arroyos.
 Así empezó su ministerio en Baja California Sur.
 Los misioneros comenzaron por arreglar la iglesia sin techo y la casa cural sin puertas ni ventanas. El padre Vignato, de 52 años de edad y veterano de las misiones africanas, hacía recorridos «safaris», con breves regresos a la sede; realizando catequesis familiar así tuvo una visión completa de su parroquia (desde Santiago hasta Cabo San Lucas) fijando los lugares para levantar capillas en la playa, en honor de San Pedro, pescador y patrono de su nombre Pedro; Cabo San Lucas; Santiago; La Ribera y Caduaño. Cuando daba la catequesis, contaba sus anécdotas en África, y en poco tiempo se ganó la confianza de los niños y adultos que lo escuchaban con gusto, a pesar de su escaso español.
 Con el mismo entusiasmo y amor a la gente, el padre Bruno, de 27 años de edad, visitaba ranchos y familias viajando a caballo, ganándose el apodo de «El vaquero más vaquero de Baja California». El hermano Pancho, de 32 años, nunca logró dominar el español, pero fue muy querido y, con la ayuda de mucha gente, arregló la iglesia y la casa cural.

 Poco a poco, los misioneros fueron ocupando las parroquias de Todos Santos, El Triunfo y Santa Rosalía. La dirección general siguió enviando misioneros y, a finales de 1948, ya había 11 Combonianos. Un año después, eran 17 y, cinco años más tarde, 28. Actualmente, a 60 años de su llegada, son 15, hasta que el obispo los releve completamente con sacerdotes diocesanos. El misionero no es propietario, es sólo un refuerzo provisional para preparar Iglesias particulares bien formadas. Cuando se consigue, el misionero entrega la misión y se retira.”

Los padres Combonianos construyeron en nuestro estado, un asilo, diversos hospitales, dispensarios, centros caritativos y colegios (escuelas de artes y oficios: carpintería, mecánica, mecanografía), la Ciudad de los Niños y Niñas, el colegio Anáhuac.

 El orfanato llamado La Ciudad de los Niños, fue iniciado por el padre Marigo en 1954.
 En 1961, se complementó con la Ciudad de las Niñas.

 En estas ciudades se creó una imprenta, un taller para niquelar y otro para hacer escobas, único en el territorio.

 Casi todos los misioneros han dejado huella en nuestro estado y a la mayoría se les recuerda con cariño y afecto por su entrega y dedicación.

 El padre Luis Ruggera tiene algunas anécdotas muy populares y conocidas por los viejos sudcalifornianos y algunos nuevos, la de, “LA MOTO DIJO EL PADRE LUIS” es de las más conocidas, pero después de haber recabado esta información se me hace que estaría fuera de lugar relatarla en esta ocasión así que la anécdota la dejare para otro día.

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