domingo, 23 de noviembre de 2014

SONATA INTERMINABLE

                             Por: Víctor M. Villavicencio


El recuerdo de aquella noche siempre me ha lastimado como un plomo en la conciencia y vencido por esa circunstancia, hoy me veo precisado a revelar los acontecimientos tal y como sucedieron.  Cierto es que todos andábamos intoxicados con un vino Californiano que Franck, mañosamente nos hizo beber antes, para cargar las cosas a su favor  y para lograr nuestra aprobación a la obra de Mario Petzerau.  Estábamos Alex, Isabel, Franck y yo, en la casa del primero; tanto el anfitrión como la bella dama y un servidor, votábamos en contra de la obra y el único defensor acendrado era  Franck.  Escuchamos la sonata por varias ocasiones y fue Alex  quien abrió fuego:
-No tiene caso el análisis.  Eso no sirve para nada-
-Tiene una agradable influencia de Gershwin -advirtió Franck-
Y ahí empezaron las hostilidades que nos mantuvieron más de siete horas, discutiendo el caso.  "La agradable influencia de Gershwin",  a que hiciera referencia Franck, se limitaba a una serie de movimientos un poco anárquicos en la última parte de la obra, lo que ciertamente le daba algo al ritmo de "Of Thee I Sing", pero de eso a tener línea directa con uno de los abuelos del jazz, había una distancia enorme.
Nueva arremetida de Franck:

-Entre Bach y Jimmy Hendrix, hay que hacer un alto obligatorio en el jazz, antes de llegar a los Beatles...
-Carajo!, reventó Isabel, sin dejarle terminar. ¿Cuál es el afán de negar todo?
-Hacen falta puntales para cualquier tendencia;  Bach no surgió como generación espontánea es el final de un proceso eslabonado.  Es el perfeccionamiento al que se llega después de miles de intentos.
-Bravo! dijo Alex, quien parecía absorto en su copa.
-Bravísimo!, pero a pesar de todos los cimientos hay que pensar en los resultados finales.  Si nos olvidamos  del pasado y observamos el presente, quisiera saber quién de todos sobrevivirá.
-Y que importa el futuro?, interrumpió Franck.
-Lo trascedente es asumir lo que existe hasta hoy y sensibilidad para gustar o no de lo que tenemos.
El asunto tenía varias vertientes: ¿De dónde llegó la influencia a  cuando compuso "Sonata Interminable"? ¿Era un descuido o una cuestión deliberada el hecho de meter tantas cuerdas después de la mitad del Allegro?  ¿Se aprobaba o no la obra?  ¿Valía la pena perdonarle la vida a Petzerau?
Había una gran angustia en todo aquello. Sentía los nervios a punto de trozarse, cuando Alex puso de nuevo la música y empezaron los rechinidos de los violines y el rugido de los oboes.  El vino, la hora y la sonrisa a la Eleonor Carridan de Isabel, me hacían perder la cuenta de los tiempos y no me dejaban escuchar bien el arpa  y el piano.  Había momentos en que me parecía que los clarinetes se salían de cuadratura, pero no era posible, pues entraban bien con las flautas.  
Alex y yo insistíamos, en que tal vez no debía cuestionarse la influencia, sino la forma y empezar por el nombre pues aquello de 'sonata'  nos tenía perplejos; por otro lado no sabíamos como había logrado distribuir tanta barbaridad en cuarenta y siete músicos.  Tal vez -conste que digo tal vez- en una orquesta de cámara aquel lamento hubiese encontrado mejores caminos.  La composición  tenía Coda  y todos los demás elementos de una sonata.  Parecía un desatino de Corelli o de Handell.  Pero con muy mala intención.
Hay que decir por otro lado, que al principio la cosa no resultaba tan desoladora pues el Allegro sonaba mas o menos potable y en ciertos momentos lograba comunicar alguna cosa indefinida; el Adagio tenía aún menos elementos de juicio y sí algo de emoción, sobre todo el punto en el que parecía que ahí terminaría la obra; pero el Sherzo, era el desastre total, las puras ganas de ahorcar al autor y ahora sí, de bailar sobre su lápida.
Luego aquella idea de incorporar el Glockenspiel, además de pretender tendencias atonales en medio del Andante la hacían sonar como centrifugada.
-Parece que la partitura está escrita en taquigrafía -aportó Alex- y Franck le fulminó con la mirada.  Es cierto que ninguno de nosotros conocía los papeles, pero era fácil imaginarlos.

- Es un problema de estructura-
-Falla la armonía-
-Lo que falla es el autor-
Y Franck nos miró significativamente a los tres.
-No hay que confundir a la obra con el autor -apuntó- y el caso es que Mario les cae mal a ustedes-
- El autor es otra cosa -advirtió Alex - a mi lo único que me importa es la construcción musical y en esa obra hay una serie de errores técnicos que me parecen imperdonables.
Isabel: -A mi no me cae mal Mario, pero no por eso voy a defender su basura.  Coincido con ellos, es un trabajo plagado de elementos inútiles y carentes de armonía.
Otra botella de Zinfandel y décima vez que empezaba aquel tormento musicalizado. 
Por fin el debate de origen pasó a segundo término y derivamos acerca de las motivaciones internas, traumas infantiles y demás que debió padecer Mario para escribir aquel bodrio que hoy todo el mundo sufre y en cuya aprobación y posterior publicación - lo juro- ninguno de nosotros, a excepción de  Franck, tuvimos algo que ver.  Esa composición por la que tanto se nos ha insultado.
- Presiento - advirtió Isabel -  que la Sonata Interminable es una parte pequeñísima de una larga historia y fue a quedar dentro de  aquel contexto, tal vez por algún accidente desgraciado.

- No me vengas con analogías gratuitas- condenó Franck- suficiente tenemos con el debate, para iniciar un juego nuevo y a estas alturas.
Y eso fue todo lo que pasó, contado en forma objetiva y sorprendentemente fiel, menos un detalle: Hace unos días repasando los acontecimientos de aquella noche borrascosa, arribó a mi memoria uno de los argumentos del debate que Isabel dijo a manera de remate de la discusión:

-Finalmente no hay de que preocuparse, "los imbéciles jamás sabrán administrar su pequeña cuota de imaginación".

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