Por: Víctor M. Villavicencio
El recuerdo de aquella noche siempre me ha lastimado como un
plomo en la conciencia y vencido por esa circunstancia, hoy me veo precisado a
revelar los acontecimientos tal y como sucedieron. Cierto es que todos andábamos intoxicados con
un vino Californiano que Franck, mañosamente nos hizo beber antes, para cargar
las cosas a su favor y para lograr
nuestra aprobación a la obra de Mario Petzerau.
Estábamos Alex, Isabel, Franck y yo, en la casa del primero; tanto el
anfitrión como la bella dama y un servidor, votábamos en contra de la obra y el
único defensor acendrado era
Franck. Escuchamos la sonata por
varias ocasiones y fue Alex quien abrió
fuego:
-No tiene caso el análisis.
Eso no sirve para nada-
-Tiene una agradable influencia de Gershwin -advirtió
Franck-
Y ahí empezaron las hostilidades que nos mantuvieron más de
siete horas, discutiendo el caso.
"La agradable influencia de Gershwin", a que hiciera referencia Franck, se limitaba
a una serie de movimientos un poco anárquicos en la última parte de la obra, lo
que ciertamente le daba algo al ritmo de "Of Thee I Sing", pero de
eso a tener línea directa con uno de los abuelos del jazz, había una distancia
enorme.
Nueva arremetida de Franck:
-Entre Bach y Jimmy Hendrix, hay que hacer un alto
obligatorio en el jazz, antes de llegar a los Beatles...
-Carajo!, reventó Isabel, sin dejarle terminar. ¿Cuál es el
afán de negar todo?
-Hacen falta puntales para cualquier tendencia; Bach no surgió como generación espontánea es
el final de un proceso eslabonado. Es el
perfeccionamiento al que se llega después de miles de intentos.
-Bravo! dijo Alex, quien parecía absorto en su copa.
-Bravísimo!, pero a pesar de todos los cimientos hay que
pensar en los resultados finales. Si nos
olvidamos del pasado y observamos el
presente, quisiera saber quién de todos sobrevivirá.
-Y que importa el futuro?, interrumpió Franck.
-Lo trascedente es asumir lo que existe hasta hoy y
sensibilidad para gustar o no de lo que tenemos.
El asunto tenía varias vertientes: ¿De dónde llegó la
influencia a cuando compuso "Sonata
Interminable"? ¿Era un descuido o una cuestión deliberada el hecho de
meter tantas cuerdas después de la mitad del Allegro? ¿Se aprobaba o no la obra? ¿Valía la pena perdonarle la vida a Petzerau?
Había una gran angustia en todo aquello. Sentía los nervios
a punto de trozarse, cuando Alex puso de nuevo la música y empezaron los
rechinidos de los violines y el rugido de los oboes. El vino, la hora y la sonrisa a la Eleonor
Carridan de Isabel, me hacían perder la cuenta de los tiempos y no me dejaban
escuchar bien el arpa y el piano. Había momentos en que me parecía que los
clarinetes se salían de cuadratura, pero no era posible, pues entraban bien con
las flautas.
Alex y yo insistíamos, en que tal vez no debía cuestionarse
la influencia, sino la forma y empezar por el nombre pues aquello de
'sonata' nos tenía perplejos; por otro
lado no sabíamos como había logrado distribuir tanta barbaridad en cuarenta y
siete músicos. Tal vez -conste que digo
tal vez- en una orquesta de cámara aquel lamento hubiese encontrado mejores
caminos. La composición tenía Coda
y todos los demás elementos de una sonata. Parecía un desatino de Corelli o de
Handell. Pero con muy mala intención.
Hay que decir por otro lado, que al principio la cosa no
resultaba tan desoladora pues el Allegro sonaba mas o menos potable y en
ciertos momentos lograba comunicar alguna cosa indefinida; el Adagio tenía aún
menos elementos de juicio y sí algo de emoción, sobre todo el punto en el que
parecía que ahí terminaría la obra; pero el Sherzo, era el desastre total, las
puras ganas de ahorcar al autor y ahora sí, de bailar sobre su lápida.
Luego aquella idea de incorporar el Glockenspiel, además de
pretender tendencias atonales en medio del Andante la hacían sonar como
centrifugada.
-Parece que la partitura está escrita en taquigrafía -aportó
Alex- y Franck le fulminó con la mirada.
Es cierto que ninguno de nosotros conocía los papeles, pero era fácil imaginarlos.
- Es un problema de estructura-
-Falla la armonía-
-Lo que falla es el autor-
Y Franck nos miró significativamente a los tres.
-No hay que confundir a la obra con el autor -apuntó- y el
caso es que Mario les cae mal a ustedes-
- El autor es otra cosa -advirtió Alex - a mi lo único que
me importa es la construcción musical y en esa obra hay una serie de errores
técnicos que me parecen imperdonables.
Isabel: -A mi no me cae mal Mario, pero no por eso voy a
defender su basura. Coincido con ellos,
es un trabajo plagado de elementos inútiles y carentes de armonía.
Otra botella de Zinfandel y décima vez que empezaba aquel
tormento musicalizado.
Por fin el debate de origen pasó a segundo término y
derivamos acerca de las motivaciones internas, traumas infantiles y demás que
debió padecer Mario para escribir aquel bodrio que hoy todo el mundo sufre y en
cuya aprobación y posterior publicación - lo juro- ninguno de nosotros, a
excepción de Franck, tuvimos algo que
ver. Esa composición por la que tanto se
nos ha insultado.
- Presiento - advirtió Isabel - que la Sonata Interminable es una parte
pequeñísima de una larga historia y fue a quedar dentro de aquel contexto, tal vez por algún accidente desgraciado.
- No me vengas con analogías gratuitas- condenó Franck-
suficiente tenemos con el debate, para iniciar un juego nuevo y a estas
alturas.
Y eso fue todo lo que pasó, contado en forma objetiva y
sorprendentemente fiel, menos un detalle: Hace unos días repasando los
acontecimientos de aquella noche borrascosa, arribó a mi memoria uno de los
argumentos del debate que Isabel dijo a manera de remate de la discusión:
-Finalmente no hay de que preocuparse, "los imbéciles
jamás sabrán administrar su pequeña cuota de imaginación".
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