La foto antigua de hoy
Eliseo Santana A.
Cuál fue mi sorpresa ayer domingo, navegando por internet me
los “encontré” de nuevo, ya han pasado 34 o 35 años más o menos desde que los
conocí, fue un encuentro fugaz de tan solo unos minutos cuando por primera vez los vi pero los que
íbamos en ese viaje los recordamos claramente.
Como acostumbrábamos en aquellos tiempos mis compadres Víctor
Villavicencio, la comadre Liz, el compadre Rafa Álvarez, Elsa mi esposa y yo
con todo y chamacos salimos de excursión al norte del estado, queríamos visitar
principalmente las pinturas rupestres allá en la sierra de San Francisquito en
el municipio de Mulegé, además de la zona de petroglifos en Loreto.
Nos fuimos "rancheando" despacito, al llegar a donde había algo
interesante, nos poníamos a platicar con los lugareños y amigos de la zonas por
donde pasábamos.
Una cosa que me pasó en ese viaje y no se me olvida es que
bajando la cuesta de Ligüi antes de llegar a Loreto por la madrugada de golpe
mi parabrisas se empaño completamente, no veía nada y quienes conocen ese lugar
sabe lo peligroso de esa zona por la cantidad de curvas y la pendiente de
estas, no sé cómo le hice pero baje la ventanilla y saque la cabeza mientras se
desempañaba el parabrisas, un brusco cambio de temperatura supongo causo el
incidente.
Bueno, después de visitar amigos y parientes en Loreto
continuamos hasta Santa Rosalía, ahí
buscamos al presidente municipal Raúl Rousseau que andaba perdido, queríamos
nos diera “un salvoconducto,
pasavante” para que el subdelegado de San Francisquito nos permitiera
pasar a ver las pinturas por fin fue su secretario quien nos lo proporcionó.
Amaneciendo el siguiente día (era domingo) salimos casi de madrugada, amanecía y empezamos a subir por la agreste
sierra, en la brecha en su mayor parte
solo podía circular un vehículo, empezamos a subir empinados cerros, en las alturas veíamos las
siluetas de los primeros cirios entre la bruma matinal, a media mañana
cuando calculábamos no faltaba tanto para llegar a nuestro destino atravesado
en el camino se encontraba un camioncito cargado con queso, chivas, pieles y
otras cosas, tres rancheros manchados de grasa y aceite hasta las orejas le
“echaban” mecánica a su vehículo, nos explicaron que de “repente” la presión
del aceite había bajado y tuvieron que detenerse para no dañar el motor, para
cuanto llegamos ya habían desarmado una parte del motor, no sé cómo lo hicieron
pero habían soltado el motor, desatornillado el cárter, y quitado el filtro
interior (de la succión de la bomba de aceite) pero ahí se atoraron,
necesitaban levantar más el motor para sacar ese filtro, se habían auxiliado de
troncos y piedras para calzar el motor, solo les faltaba unos centímetros para
liberar la pieza que ellos consideraban era la razón del problema, necesitaban un “gato” hidráulico
para terminaran su tarea, les preste el mío, cuando por fin sacaron el filtro
me extraño su forma de “limpiarlo”, primero lo enjuagaron con gasolina y luego
lo quemaron en una pequeña fogata que ya tenían preparada, fue rápido, ya
apagado el filtro lo volvieron a lavar con gasolina, le soplaran por todos
lados y listo, para reinstalar, en cuanto desocuparon mi gato me lo regresaron
para reemprender mi viaje, les di tres litros de aceite que traía de reserva para
alguna emergencia, quisieron pagármelo, pero las reglas del camino dicen que
los favores no se cobran, además de algo les servirían pues planeaban reusar el
aceite viejo que traían que parecía chapopote.
Después de continuar el viaje en algún lugar del camino, “me perdí” y agarre
para otro lado, pronto la brecha se hizo
más agreste y difícil, se veía muy poco rodado, tuve la certeza de que no era la
ruta correcta, además, no había manera de hacer maniobra para
regresar, tendría que buscar un lugar más adelante donde dar vuelta y retornar,
ya estaba preocupándome, pues avanzaba y no podía dar marcha atrás, hasta que
por fin en un recodo, el camino se amplió, frente a nosotros “apareció” una casa
hecha totalmente de piedra con techo de palma, sus ventanas eran pequeñas , la
puerta bajita, de madera regional, dos tipos con el pie cruzado sentados en una banca atizaban una
pequeña hoguera donde tatemaban una víbora, estaban vestidos impecablemente,
muy limpios, “derechitos”, calzaban unas tehuas nuevecitas y además portaban corbata…
¿Con corbata? SI, con corbata y
además eran idénticos… Era un extraño cuadro, casi sub realista, quien iba a
imaginarse encontrarse en esas lejanías a esa altura de la sierra, y menos en
aquellos tiempos una escena como esa, empezó a lloviznar y la nubes casi nos
tocaban que “raro” momento.
Nos estacionamos frente a ellos, bajamos a platicar y pedir
orientación, al acercarnos casi de manera “coreografiada” se levantaron de manera simultánea y
extendieron la mano al mismo tiempo, lo que me desconcertó no sabía a quién
saludar primero, mi compadre Vic entró al quite, Saludo a uno de ellos y yo al
otro, les explicamos que nos habíamos perdido (Que estaba por demás, era obvio)
, apenas si sonrieron, pero amablemente nos dijeron que regresáramos por donde habíamos entrado y
que al llegar al entronque del otro camino tomáramos a la derecha, mientras nos
decían esto, una de ellos empezaba la frase y el otro la terminaba , que
experiencia.
Investigando en la red
ayer domingo, accidentalmente me encontré esta foto de los hermanos gemelos José y Martin Ojeda de la sierra de San Francisquito BCS tomada en 1989, unos años después de que
estuvimos en ese lugar, de inmediato recordé el evento, tienen que ser ellos,
no creo que existan muchos gemelos en la sierra de San Francisquito que se
vistan con corbata en la zona, que agradable sorpresa volver a verlos y
recordar las andanzas de esa época... Hoy
es domingo, ¿Traerán puesta su corbata?
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